El reinado de Rafael Nadal sobre la tierra tiene su capital en París. Su templo está ubicado en Roland Garros, donde se ha coronado en cuatro ocasiones el joven zurdo de Manacor que ya sorprendía al planeta tenis cuando las lesiones le impidieron participar en 2003 y 2004. Aquellos sucesivos días 3 de junio Rafael Nadal debió soplar las velas de su 17 y 18 cumpleaños pidiendo una Copa de los Mosqueteros. El deseo no sólo se cumplió en su estreno en el Grand Slam francés, sino que va camino de repetirse por cuarta ocasión. Durante estos días vive de nuevo su particular idilio con la ciudad de la luz y quiere dejar huella en su camino hacia la reconquista de París.
Precisamente en su cita con la arcilla gala se ganó el manacorí un puesto en el Olimpo reservado a las raquetas privilegiadas. El tricampeón de Roland Garros ganó en su debut en 2005 como Mats Vilander; pulverizó el récord de 53 victorias seguidas en polvo de ladrillo de Guillermo Vilas en su exitosa defensa del título para colocarlo en 81 tras perder posteriormente ante Federer la final de Hamburgo en 2006; igualó en 2007 el registro de tres triunfos del propio jugador sueco, Gustavo Kuerten e Ivan Lendl y en 2008 su imponente dominio hace inevitable las comparaciones con Björn Borg.
Más allá de que sólo tres días separen su fecha de nacimiento (Borg nació el 6 de junio de 1958), París no recordaba a un campeón de la talla del sueco hasta que emergió la figura del vigente campeón. Nadal está en condiciones de igualar el récord de cuatro victorias consecutivas del sueco y los paralelismos se multiplican en el Bosque de Bolonia, donde el hombre de hielo cosechó 28 triunfos seguidos mientras el manacorí ya atesora 26.
Es tal el grado de similitud que empiezan a confundirse sus trayectorias. Ya se hacen las cábalas para que el isleño supere al hexacampeón de Roland Garros como vencedor que cedió menos juegos treinta años después de que Iceborg alzara el trofeo tras perder 32 juegos. Y es que este año Nadal atraviesa la mejor de sus cuatros participaciones en París gracias a sus cinco victorias cediendo sólo 25 juegos con el menor tiempo en la pista que jamás había necesitado para llegar a las semifinales. El mejor jugador de la historia, Roger Federer, ha sido el único capaz de impedir en dos finales consecutivas en Wimbledon (2006 y 2007) que el mallorquín se pareciera aún más a Borg, que consiguió adaptar su juego de fondo y su inalterable carácter frío y ganador a la hierba.
La fortaleza física y mental con la que multiplica el valor de su portentosa mano izquierda sitúan al mallorquín un peldaño por encima del resto sobre arcilla, pero es casi inalcanzable cuando se siente tan a gusto como en la ciudad de la luz, de la que el tenista isleño siempre ha dicho que es una de sus ciudades favoritas. Tan a gusto que se nota en un carisma que se ha ganado hasta el cariño de los franceses, poco dados a generar simpatías hacia deportistas españoles como Miguel Indurain u otros tantos que han privado a los suyos de las mieles del triunfo.
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