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Pasaban quince minutos de la una de la tarde de un seis de junio de 2008 que pasará a los anales del deporte balear. En ese momento, Rudy Fernández desvelaba un secreto que era vox populi, y ponía fin a una década de entrega al Joventut. La sala de prensa del Olímpic de Badalona se quedó pequeña. Un centenar de periodistas asistieron a un día irrepetible. Pero también los más allegados al escolta internacional. Sus padres, Maite y Rodolfo, su hermana o amigos como José María Guzmán o Marc Blanch, además de representantes de la directiva de la Penya, con su presidente, Jordi Villacampa, al frente, de la Generalitat, la ACB (Josep Senespleda) y su equipo de trabajo, liderado por Gerard Darnés, arroparon al mallorquín volador en su despedida, por el momento, como jugador verdinegro. Este artista de la canasta que iba para futbolista (el Mallorca intentó ficharle en su día) reflejaba en su rostro la felicidad de la noticia que tenía entre manos y que sólo pendía de su propia oficialización. Otro de los mitos (ahora presidente) de la Penya, recordaba que «hace siete años (2001) firmó su contrato y desde entonces le hemos visto crecer y cumplir sus objetivos. Ha sido el referente del club y ha sabido ilusionar a una afición y a un entrenador (Aíto) que también nos ha dejado. Él (Rudy), se va. Es ley de vida. Pero es un orgullo que sea el primer jugador del Joventut que irá a la NBA. Sólo me queda agradecerle su compromiso con el club», dijo el mandatario ante de dar la palabra al gran protagonista del día. Llegó sonriente Rudy, con un discurso preparado y orgulloso de poder compartir la mejor noticia que le ha dado el baloncesto con apenas 23 años. Dijo que quería ganar títulos con el DKV y esta temporada se ha salido. Campeones de la Copa del Rey y la ULEB, el pequeño de la saga Fernández ha sido MVP de las dos competiciones y mejor anotador de la ACB. Europa se le ha quedado pequeña y la tentación era demasiado fuerte.

«Comunico mi decisión de jugar en Portland, finalizando mi vinculación con el club que me lo ha dado todo. No ha sido fácil, pero llega el momento de cerrar un ciclo», dijo Rudy en el inición de su alocución ante los medios. El balear se ha comprometido con la franquicia de Oregón por espacio de dos temporadas, más una opcional, con una ficha cercana al millón de dólares por curso. Así, se convierte en el octavo español en jugar en la NBA y compartirá vestuario con el canario Sergio Rodríguez, buen amigo y compañero en la selección, en un equipo que ha visto en directo a algunos de los mejores jugadores europeos de la últimas décadas (Fernando Martín, Drazen Petrovic o Arvydas Sabonia).

Las ganas de Rudy de cruzar el Atlántico, la insistencia del general manager y el técnico de los Blazers, Kevin Pritchard y Nate NcMillan, y el hecho de que la franquicia de Oregón se hiciera con sus derechos en el pasado Draft (número 24, traspasado por Phoenix Suns), han acelerado las gestiones. «Es un proyecto ambicioso, con un equipo joven y que en un tiempo quiere luchar por estar en 'playoff' y quién sabe si por el título», prosiguió Rudy, quien desveló que «por el apoyo de Portland he decidido seguir adelante».

Con el paso de los minutos, la emoción pudo con Rudy, quien al recordar sus inicios en infantiles, con Jordi Martí, dejó escapar las primeras lágrimas. Pero fue al hacer referencia al apoyo «incondicional» de su familia y de la afición del Joventut cuando el ya nuevo jugador de los Blazers (la web de la franquicia ya lo ha hecho oficial) se derrumbó. Rudy rompió a llorar ante el aplauso unánime de los presentes.

«La afición me ha ayudado a crecer como jugador y persona. Siempre tendrán aquí a un aficionado verd-i-negre. Siempre les tendré en el corazón», exclamó el jugador formado en Sant Josep.

La decisión «más difícil» de su vida contó con la aprobación de su entorno y, aunque no le han asegurado minutos «sí me han dicho que seré una pieza importante en el equipo. Sabía que era el año idóneo, el mejor para poderme marchar, y no iba a dejar pasar esta oportunidad». Eso sí, Rudy ha mostrado su predilección en caso de regresar a Europa. «Si lo hago, será para jugar en el Joventut», aseveró al mismo tiempo que mostró su deseo «de estar muchos años allí. Eso será un buen síntoma».

Ofertas desde Europa han llegado de todo tipo y muy apetitosas, pero el sentimiento de agradecimiento hacia la Penya era demasiado fuerte. «Es el equipo que me dio la vida, aquí tengo una familia», admitió Rudy, quien pese a tener un contrato de rookie, deja claro que «no me importa el dinero, sino cumplir un sueño».