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Luis Lidón|KLAGENFURT (AUSTRIA)
Un destello de Michael Ballack, un zapatazo desde 20 metros que colocó en la escuadra fue suficiente para meter a Alemania en cuartos y despedir de la Eurocopa con dignidad a Austria, la anfitriona que llegó hasta la última jornada de la fase de grupos con una esperanza basada en el pasado.

El mito de Córdoba, el recuerdo de la victoria lograda hace 30 años en Argentina contra los alemanes aún pervivirá en la memoria austríaca, porque su realidad le impide renovarlo.

Y eso que, alentada por ese supuesto «espíritu», Austria pudo reducir en el primer tiempo la distancia que le separa de Alemania, A ello también contribuyó que, aún bajo el síndrome croata, el equipo de Joachim Low también se encargase de rebajar su nivel para equipararse a su rival.

De esta forma, pasaron los tres primeros cuartos de hora entre pelotazos, faltas técnicas y escaso juego. La selección austríaca, reforzada por el impulso de la grada, fue sobre todo voluntariosa, pero tropieza con unas limitaciones técnicas que le alejan de la elite en las grandes citas.

Alemania tuvo, sobre todo, dudas. La derrota contra Croacia hizo mucho daño y ni la terapia de grupo a la que se sometió el equipo tras ese revés le ha sacado del embrollo.

Al contrario, con Ballack rodeado en todo momento de contrarios, no hubo quien asumiera la dirección y copió el juego del rival. Mucho balón largo y poca precisión.