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Envuelto en un traje de circunstancias y con la marca de las obras aún reflejada en el rostro, el Mallorca ha conseguido romper el hielo. Puede que el proyecto continúe sujeto con alfileres y que sus movimientos reflejen una falta de madurez de la que deberá desprenderse cuanto antes para no complicarse la supervivencia, pero al menos los números empiezan a estar de su lado. En su tercer intento de despegue, el conjunto de Laudrup se agarró al pragmatismo para recuperar esa porción de autoestima que le habían arrancado en Gijón y elevarse unos metros sobre el sótano de la Liga. La extrema delgadez de Osasuna y la inesperada aportación de los figurantes hicieron el resto. El equipo ya se ha puesto en pie, ahora se trata de mantener el equilibrio (2-0).
Acudía el Mallorca a la trinchera despojado de una serie de efectivos capitales. Sin Aouate bajo el larguero y con el carril izquierdo arrasado, el conjunto isleño se presentaba a otro examen lastrado y herido. Bajo mínimos. Laudrup, sin ninguna otra opción a la que engancharse, le aplicó un torniquete y le dio la alternativa a Kevin, que se dio a conocer en Son Moix con una lección de formalidad. El joven mallorquín, uno de los seis que inscribió de inicio el danés, no sólo impermeabilizó su franja ante el peligro osasunista, sino que subrayó su fiabilidad en una cita especialmente comprometida y se postuló como otra de esas piezas con las que agrandar el fondo de armario en los momentos más duros del ejercicio.
No obstante, al Mallorca le costó muchísimo, quizá demasiado, abrirse camino en el encuentro. Afortunadamente, se encontró delante con una escuadra condenada a sufrir si no toma con urgencia otras coordenadas, lo que le permitió adentrarse en el fango sin demasiada presión. Osasuna, pese a contar con un grupo mucho más rodado, mostró siempre un manual impreciso y defectuoso que acabó transformándose en un bálsamo para los rojillos. Porque en la acera local, pese al saludable aspecto de la defensa, no existía ningún camino abierto en dirección a Ricardo. Sólo un disparo del Chori que abrochaba una acción fabricada por Víctor amenazó la resistencia navarra durante el primer asalto, aunque cuando más se oscurecía el paisaje el Mallorca encontró un oasis en mitad del desierto. Martí mandó un balón al núcleo del área y Miguel Flaño, inesperadamente, echó una mano. Ayza Gámez marcó el punto de penalti y Castro, fuerte, alto y por el centro, superó a Ricardo para estrenar la cuenta balear. 204 minutos después, el Mallorca delimitaba su territorio.
Con el marcador abierto tampoco cambió nada. Los bermellones se propulsaron durante los minutos siguientes e incluso Cavenaghi, que sigue irreconocible, forzó los guantes de Ricardo después de sacudirse de encima a los centrales visitantes. Tampoco encontró respuesta en su parcela del campo. Únicamente Pandiani, con un remate a placer que no tuvo consecuencias, se esforzó por ampliar las estadísticas en el equipo de José Antonio Camacho.
Osasuna intentó ocultar su pésimo primer tiempo con una salida del segundo tiempo salvaje, pero Lekic malgastó la mejor oportunidad y el partido volvió a anestesiarse. Laudrup encontró la manera de reanimar a sus hombres por medio de Webó, pero el equipo llegó al epílogo con la gasolina justa y Osasuna le obligó a arrinconarse. El empate se mascaba, pero al Mallorca se le abrió definitivamente el cielo al contragolpe y De Guzman, el más interesado en proponer juego durante toda la tarde, apagó la luz en un mano a mano con Ricardo. Un problema menos.