Joan Reinoso, sobre su bicicleta adaptada, antes de un entrenamiento. | Teresa Ayuga

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La prodigiosa recuperación de Joan Reinoso Figuerola (Inca, 1991) podría ser un guión de película. De hecho, su caso ha servido de inspiración para un documental -Tenc un amic més fort que un llamp- que narra unos meses, años, que le permitieron recuperar buena parte de la normalidad de una vida que cambió drásticamente aquel 6 de mayo de 2012. Aquel día, haciendo de barquero del tricampeón del mundo de pesca submarina Pedro Carbonell, en aguas de la Bahía de Pollença y en el Trofeo Pep Amengual, fue protagonista de un hecho poco corriente.

Joan fue alcanzado por un rayo que entró por su mano izquierda -estaba apoyado en una barandilla de acero inoxidable que hizo de conductor- y salí por la cabeza. Ese impacto le dejó en coma durante cuatro largas semanas en las que se temió por su vida y se desconocía qué podía pasar al despertar. La fortaleza física de este joven 'inquer', que quería ser bombero y preparaba oposiciones, fue uno de sus grandes puntos de apoyo para iniciar la remontada.

Reinoso, a la derecha, junto a su tío, Joan Toni.

Apoyado por su familia -su madre, su tío...-, sus amigos y quienes le conocían por ser una persona activa, dinámica e implicada en el mundo del deporte y en su Inca natal, Reinoso puso buena cara al mal tiempo. Le quedaron secuelas en forma de problemas de equilibrio, en el habla o psicomotricidad, certificándose una discapacidad del 78%. Aprender de nuevo a caminar y hablar eran dos misiones lo suficientemente motivantes y necesarias para Joan que no cejó en su empeño hasta conseguirlo. En Sant Joan de Déu se apoyó en el equipo médico, en su logopeda, y fue avanzando, mejorando y viendo la luz hasta embocar una situación más próxima a la normalidad previa a aquel día de mayo de 2012.

Reinoso, en el centro, tras participar en el Ironman de Alcúdia.

Tras el accidente, Joan buscó un aliciente, una motivación. Primero fue la natación, que supuso su reentrada al mundo del deporte en activo dos años después del día que alteró su vida. Junto a su tío, Joan Toni, y Dani Salas se lanzó al agua para recorrer los 1'9 kilómetros de agua del Ironman de Alcúdia de 2014. El primer gran triunfo de Joan en su nueva etapa.

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Allí nació otra pasión, la que le ha permitido alcanzar hitos que tiempo atrás resultarían imposibles de imaginar. La bicicleta, en su caso un triciclo adaptado a sus necesidades y pérdida de equilibrio, se convirtió en su nueva compañera de viaje. Poco a poco, fue sumando kilómetros hasta animarse. Tanto, que llegó el momento de tomárselo más en serio y dar un paso al frente.

Tanto, que empezó un idilio con el Campeonato de España que le ha llevado en varias ocasiones a lo más alto del podio, dentro de las categorías de paraciclismo MT2 y T2. Luego llegaron las Copas del Mundo y un tìtulo de campeón de Europa, aunque fue justo tras el incierto parón por la pandemia, en el Mundial de Cascais (Portugal), donde hizo realidad el sueño de vestir el maillot arcoíris, hacer sonar el himno español y colgarse el oro.

Joan Reinoso, en el centro, como campeón del mundo de contrarreloj.

Aquel joven al que un rayo le cambió la existencia era campeón del mundo de paraciclismo. Era la primera gran sensación de un verano irrepetible. Porque semanas después, transformaría en realidad otro sueño: participar en unos Juegos Paralímpicos. Fueron los de Tokio 2021, en silencio, y quedándose hasta en dos oportunidades a las puertas de las medallas en el circuito de Fuji. Cuarto en las pruebas en línea y contrarreloj, se quedó sin recompensar.

Reinoso, durante su participación en los Juegos Paralímpicos de Tokio.

Pese a las lesiones, caídas, accidentes y una cadena de infortunio que le rodeó durante un tiempo, Joan Reinoso ha mostrado la fortaleza que le llevó a vencer a un potente rayo para seguir en marcha, pese a quedarse sin Juegos en París, aunque en pie y peleando por seguir ampliando su medallero. Aunque su mayor victoria está más allá del deporte. Es el triunfo por la vida, siendo un ejemplo en numerosas facetas por su ímpetu y capacidad de lucha y sacrificio, demostrando que las segundas oportunidades están, existen.