Muriqi celebrando uno de los goles del Mallorca. | M.A. BORRÀS

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Llegó hace apenas dos semanas y parece que se ha criado en la Peña Graderío. Está en todas partes.    Igual peina un balón que cae con nieve, después de recorrer varios metros a la desesperada, para asistir a Ángel que rebaña una acción de espaldas dentro del área para que Kubo rematara al fondo de la red (en colaboración con Unai Simón) con toda su alma para prender la mecha de una victoria vital en la carrera por la salvación. Se llama Vedat Muriqi, tiene un físico que impone y un gen competitivo que ha contagiado a sus compañeros y le ha conectado a la hinchada de una forma extraordinaria.

El punta kosovar le ha cambiado el aspecto a este equipo. No solo es un gigante que gana todos los balones aéreos. Ha caído de pie en Son Moix, al que ha conquistado en un par de funciones. Su fe, sus ganas, su pelea y sus gestos de rabia, aunque sea para taponar un centro y forzar un saque de banda, son detalles que demuestran la implicación de un tipo que ha resultado determinante en las dos últimas victorias.

El Mallorca ha dado un golpe encima de la mesa. De esos que pueden marcar tendencia. Tiene seis puntos de ventaja más el golaverage sobre el descenso con un partido menos... Muriqi sobresalió en una noche notable de Oliván, Salva Sevilla y Take Kubo. El japonés está cerca de recuperar el nivel mostrado en su primera etapa. El equipo lo necesita. Como necesita que Muriqi no tenga ni un resfriado de aquí a final de temporada.