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Todo el entusiasmo de la final se convirtió en frialdad en un día después desangelado y triste. Al mediodía la expedición regresó como si hubiera sido finalista del torneo de Brunete. Apenas una veintena de aficionados se acercaron hasta la terminal y a Son Moix. Nadie movió nada. Nadie vendió un recibimiento a un equipo que hacía 21 años que no disputaba una final de la Copa del Rey... Por la noche se produjo un hecho lamentable.

Nadie del Mallorca tuvo el detalle de acercarse hasta el puerto de Palma para recibir al millar de seguidores que regresaban tras una pesadilla de 50 horas, de una travesía en barco comandaba por Sebastià Oliver del Moviment Mallorquinista que ha sido de todo menos placentera. Al contrario de lo sucedido en 1991 con Contestí y en 1998 con Beltrán, ni el presidente del Mallorca, ni el CEO, ni un representante del club estuvo allí para transmitirles todo su ánimo. No hubiera costado nada estar con ellos. Son los otros héroes de la final...