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El veterinario e investigador de la Universidad de Zaragoza, Juan José Badiola, ha recordado tres años después de que se decretara el estado de alarma por la pandemia de coronavirus que «las medidas preventivas adoptadas unos días antes en la capital aragonesa fueron las correctas porque había que decidir rápido para actuar y evitar que mucha gente se contagiara».

El también asesor experto de la COVID-19 del Ayuntamiento de Zaragoza desde unos días antes del 14 de marzo de 2020 ha relatado esos momentos en los que aconsejaba al alcalde, Jorge Azcón, la adopción de medidas preventivas ante lo que podía llegar. «Alcalde, hay que tomar medidas rápidas no podemos estar mucho tiempo meditando porque el virus nos va a ganar», ha sintetizado.

Se ha referido a la decisión del consistorio zaragozano de proceder unos días antes al cierre de los centros de personas mayores porque es un público «con costumbres muy particulares y fue acertada porque iban a ser centro de contagios».

Ha reconocido que «fue una experiencia dura porque se les condenó a estar encerrados», pero ha incidido en que había que decidir entre eso o que se contagiara mucha gente y murieran muchos ciudadanos«. »Yo creo --ha opinado-- que solo por eso se tomó la medida adecuada y creo que se evitaron bastantes muertes".

Tras recibir la Medalla de Cesaraugusta de manos del alcalde de Zaragoza, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Zaragoza, este científico ha citado las tres medidas concretas que se aplicaron.

Tres medidas certeras

«Me obsesionaban las barras de sujeción del transporte público, había que desinfectarlas lo más posible y fue una de las medidas más importantes, además de establecer aforos».

Otra fue el baldeo y desinfección de las calles más transitadas para bajar la carga viral de las vías. «Eran de pura lógica y no hace falta ser Nobel pero si saber virología y tener conocimiento de transmisión de virus», ha comentado.

Asimismo, no se concedieron autorizaciones de concentración de un número excesivo de personas en determinadas circunstancias. «Todo eso tenía un costo para el Ayuntamiento, pero dije echénme la culpa a mi».

El análisis de las aguas residuales también fue una medida pionera porque se sabe que es un sistema que permite diagnosticar con días de ventaja la presencia de patógenos y se eligieron varios barrios y los hospitales para aportar información predicitiva y precoz, ha relatado.

«Estoy convencido de que la aplicación de estas medidas evitó contagios a muchas personas y creo --en alusión al alcalde-- que tienes que tener la conciencia tranquila de haber hecho lo que se hizo cuando se desconocía lo que podía ocurrir».

La gran tragedia ha sido el fallecimiento de las personas mayores con «el debido respeto a los demás» en condiciones «paupérrimas, desagradables y patéticas de una generación que hizo este país y no tuvo el mínimo consuelo y, eso, es muy duro», ha lamentado.

Mascarillas: lo mejor

Asimismo, asumió el compromiso de informar sobre los conocimientos del virus y avanzar las medidas preventivas que se fueran acordando, como el uso de mascarillas que es la «mejor forma de que el virus acceda a la boca y fosas nasales».

Las vacunas, ha rememorado, también fue un asunto debatido y cualquier enfermedad en la que hay vacunas todos los ciudadano se ponen contentos porque se sabe como prevenir y sino, la situación se complica más. «Desacreditarlas es un error garrafal y se ha demostrado que era así», ha sentenciado para agregar que en Aragón hay altísimos niveles de vacunación que han evitado más contagios y fallecimientos.

Antes de concluir ha indicado que el balance es «bueno» y está «satisfecho de haber aportado mi grano de arena para evitar situaciones de las que hoy tendríamos que arrepentirnos».

También ha comentado que un elevado número de ciudadanos le reconocieron la validez de sus recomendaciones y entendieron que los mensajes eran interesantes a lo que él les respondía que es profesor desde hace 40 años.

Badiola ha señalado que su relación con Zaragoza comienza cuando llega desde la zona de Riaño (León) en 1965 para estudiar en la facultad de Veterinaria, y desde entonces se considera un zaragozano más.

Ha destacado el carácter «claro, abierto y hospitalario» de la ciudad y ha agradecido que el Ayuntamiento le hubiera concedido hace unos años el título de Hijo Predilecto. «Tengo una deuda impagable con la ciudad, nunca podré pagar lo que Zaragoza me ha dado», ha concluido.