El Museo de Bellas Artes de Granada, gestionado por la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, muestra hasta el próximo 26 de mayo, la obra 'Cristo muerto sostenido por un ángel', del artista Alonso Cano (Granada, 1601-1667), procedente del Museo del Prado.
La exhibición temporal se enmarca en el proyecto 'El arte que conecta', una iniciativa conjunta del Museo Nacional de Prado y de Telefónica, que acercará obras maestras de la colección del Prado a ciudadanos de todo el país, a través de distintas instituciones museísticas coincidiendo con el centenario de la compañía de telecomunicaciones.
Al acto de presentación de la obra han asistido el secretario general para la Cultura de la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte, José Ángel Vélez; el subdelegado del Gobierno en Granada, José Antonio Montilla; el delegado de Turismo, Cultura y Deporte, Fernando Egea; el jefe de Administraciones Públicas Andalucía Oriental de Telefónica España, Leopoldo Sánchez; y Marina Chinchilla, Directora Adjunta de Administración del Museo Nacional del Prado.
En concreto, la obra 'Cristo muerto sostenido por un ángel', realizada entre 1646-1652, se mostrará en la Sala 2 de la pinacoteca, espacio dedicado monográficamente al pintor, escultor y arquitecto granadino, y donde en la actualidad se exponen cuatro esculturas y cinco pinturas del artista.
De estas cinco pinturas, dos de ellas --'Virgen del Lucero' y 'San Juan Evangelista en la isla de Patmos'-- también son depósitos del Museo del Prado, y se pueden contemplar en el Museo de Bellas Artes de Granada. El cuadro pertenece al final de la primera etapa de Alonso Cano en Madrid, período decisivo para su vida y su arte, y ejemplifica muy bien el grado de refinamiento que alcanzó.
Junto a Alonso Cano, se han incluido en este proyecto cuadros de Velázquez, Goya, Rubens, Ribera y otros de los grandes maestros del Prado, que recorrerán 18 capitales, acogidos por museos de referencia, como es el caso del Bellas Artes de Granada, invitando a sus ciudadanos a contemplarlos, disfrutarlos y sentirlos parte de su región.
La iniciativa, que hace posible que esta obra de Alonso Cano pueda ser contemplada en Granada, profundiza en el camino abierto por el Museo del Prado en la celebración de su Bicentenario en 2019 con 'De gira por España' y hará que sumando ambos proyectos la institución haya tenido presencia directa en casi cuarenta ciudades de la geografía española.
La obra
La singular iconografía del cuadro no tiene su origen en los Evangelios sino que se remonta al llamado Cristo de san Gregorio, un icono oriental que representaba la visión que dicho papa tuvo de Cristo muerto flanqueado por dos ángeles. Según la tradición, al rezar ante esa imagen se obtenían indulgencias para los difuntos.
En el Renacimiento se consolidó como una visión funeraria alternativa al Santo Entierro o a la Piedad que incluía la presencia sobrenatural de los ángeles como una muestra más de la divinidad de Jesús, recoge la ficha técnica de la obra en el Prado. Cano creó un prototipo personal en el que un único ángel mantiene el cuerpo inerte y lo muestra al espectador.
Sin embargo, el artista se valió de un recurso muy habitual en su época, pues para la composición se inspiró en diversos grabados. Parece ser que combinó una estampa de Hendrick Goltzius según un modelo de Bartolomeus Spranger y otra de autor desconocido, posteriormente copiada por el italiano Giuseppe Diamantini. De esa manera obtuvo un prototipo iconográfico original reelaborando esas fuentes gráficas.
Uno de los primeros biógrafos de Cano, Antonio Palomino, ya advertía de este proceso de reciclaje como base de su rico repertorio. El resultado fue deslumbrante, no sólo porque apenas hay rastro visible de los antecedentes, sino por el equilibrio de la composición y la exquisita entonación general.
Una sutil insinuación de un paisaje crepuscular rodea al grupo, en el que contrastan los tonos cálidos del ángel con el frío azulado del cuerpo muerto de Cristo. El asunto brindó al pintor una excelente ocasión para tratar el desnudo masculino. La elegancia en el tratamiento del cuerpo, la suavidad y la estilización de las formas, son los logros más característicos de la pintura de Cano, cuya relación con el desnudo lo hace excepcional dentro de la pintura del Siglo de Oro.
La imagen transmite una serenidad muy poco habitual en un asunto que se presta al patetismo y a la visión dolorosa. Por el contrario, Cano ofrece una visión contenida del drama de la muerte en consonancia con la piedad practicada por las elites cortesanas.
Se ha propuesto que el cuadro responde a las prácticas de los jesuitas o que, incluso, pudiera tener alguna connotación eucarística. Lo único cierto es que la pintura debió de realizarse para algún comitente particular. Las primeras noticias la sitúan en posesión del marqués de la Ensenada en el siglo XVIII.
Fue adquirida de su colección por el rey Carlos III en 1769, y después se integró en las colecciones reales españolas, desde donde ingresó en el Prado. Debió de ser una composición con bastante éxito, pues se conocen otras copias y versiones, una de ellas en el mismo Museo del Prado (P2637). La documentación antigua da noticia de otros ejemplares en colecciones particulares madrileñas, como el que perteneció a José de Lezama.
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