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Recuperar un monumento prehistórico e integrarlo en el paisaje para que pueda ser visitado y, al mismo tiempo, hacer una investigación científica es el trabajo que un grupo de arqueólogos realiza en el túmulo de Son Ferrer, en Calvià, bajo la dirección de Manel Calvo, profesor del Departament de Prehistòria de la UIB. El proyecto cuenta con fondos europeos, FEDER, del Govern y del Ajuntament.

Tras la desaparición de un túmulo similar en Palma, durante la construcción de la segunda pista del aeropuerto, los estudiosos sólo cuentan con el de Son Ferrer para averiguar datos sobre «uno de los elementos arquitectónicos más desconocidos y menos excavados», dice el profesor.

Desde hace unos días, y hasta que el trabajo completo finalice -excavación, posterior restauración y adecuación como espacio museístico al aire libre, visitable-, los investigadores seguirán Son Ferrer. «Esto no es una campaña arqueológica temporal, cuando nosotros terminemos vendrán los restauradores». Y Calvo y los arqueólogos empezarán el análisis de pistas, como la cerámica y otros hallazgos, en el laboratorio. Para ir informando ya a turistas y vecinos, han colgado carteles sobre lo que están haciendo, «averiguar qué son los túmulos y para qué servían», comenta Calvo. En esta construcción «a base de círculos concéntricos», en la que hace dos años se hallaron tumbas y huesos de neonatos, se diferencian tres épocas. Del siglo V antes de Cristo (hablamos de 2.500 años). «Era un lugar de carácter ritual, simbólico y religioso». En el siglo II antes de Cristo, hace unos 2.100 años, «deja de funcionar como lugar religioso y se dedica a enterramientos infantiles». Resulta curioso el dato de esta exclusividad de fosas para recién nacidos. Finalmente, hace 200 años, allí se trillaba el trigo.

El monumento se utiliza «desde la prehistoria hasta la época moderna», añade el profesor, para quien lo interesante del proyecto son «su vertiente científica, conocer la cultura talayótica, y la de difusión del patrimonio».