Resu Ragel durante una de las clases. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

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JESSICA HERNÀNDEZ

Durante los meses de junio, julio y agosto, la sala Assaig ha organizado un curso de verano para los más pequeños. No se trata del típico campamento donde los niños sólo van a jugar y a pasar el tiempo mientras sus padres trabajan, sino que es una escuela enfocada al campo artístico. Los niños, además de divertirse, asisten a clases de música y artes escénicas que les permiten aprender con una sonrisa en la boca. Éste es el primer año que se imparte esta actividad. Es una idea original de la bailarina Resu Ragel, quien ha organizado el taller y quien imparte las clases. «Nos hemos tomado este primer año como una prueba piloto. Sin embargo, hemos tenido una buena respuesta, no esperábamos que tuviera tanto éxito, los niños están encantados», afirmó. La escuela cuenta con cinco profesores especializados en sus respectivas materias y, la mayoría, tiene experiencia en educación infantil.

Los cursos pueden ser de dos a cuatro semanas. Los niños pasan casi cinco horas de lunes a viernes en clases de música, teatro, ritmo y movimiento, manualidades y juegos de patio. Su objetivo es fomentar el hábito artístico en la edad escolar ya que está demostrado que beneficia a los niños en la autoestima, creatividad y seguridad en ellos mismos. En la escuela de verano de la sala Assaig los niños no sólo disfutan, sino que adquieren la capacidad de crear su propio espectáculo, su propia música o interpretación. En la escuela hay unos diez niños de entre cinco y doce años y, según cuentan sus profesores, son «muy activos y extrovertidos, que disfrutan sobre todo de los juegos de agua». Como Toni, que lleva ya una semana en el curso y lo que más le gusta son «los globos de agua». O Iris, de 5 años, a quien, además de jugar con el agua, lo que más le gusta es «la música y las manualidades». La mayor del grupo es Avelina, de 12 años, que, aunque le gusta mucho el curso, «sobre todo las clases de interpretación y las de ballet», le gustaría que entrara gente de su edad, porque el resto «son muy pequeños».

«Me gustaría que el taller pudiera continuar en invierno ya que, los alumnos, podrían continuar con la formación», aseguró Ragel. Su idea implicaría «ir sólo tres tardes a la semana». Por el momento, se trata de una idea que, tal vez, se convierta en una realidad. Mientras, los más pequeños combaten el calor estival jugando con instrumentos como maracas, cencerros o panderetas o haciendo manualidades. Todo para que los jóvenes aprendan jugando y, sobre todo, sin aburrirse. Quién sabe, tal vez mañana, alguno de ellos se convierta en músico o actor.