Durante los meses de junio, julio y agosto, la sala Assaig ha
organizado un curso de verano para los más pequeños. No se trata
del típico campamento donde los niños sólo van a jugar y a pasar el
tiempo mientras sus padres trabajan, sino que es una escuela
enfocada al campo artístico. Los niños, además de divertirse,
asisten a clases de música y artes escénicas que les permiten
aprender con una sonrisa en la boca. Éste es el primer año que se
imparte esta actividad. Es una idea original de la bailarina Resu
Ragel, quien ha organizado el taller y quien imparte las clases.
«Nos hemos tomado este primer año como una prueba piloto. Sin
embargo, hemos tenido una buena respuesta, no esperábamos que
tuviera tanto éxito, los niños están encantados», afirmó. La
escuela cuenta con cinco profesores especializados en sus
respectivas materias y, la mayoría, tiene experiencia en educación
infantil.
Los cursos pueden ser de dos a cuatro semanas. Los niños pasan
casi cinco horas de lunes a viernes en clases de música, teatro,
ritmo y movimiento, manualidades y juegos de patio. Su objetivo es
fomentar el hábito artístico en la edad escolar ya que está
demostrado que beneficia a los niños en la autoestima, creatividad
y seguridad en ellos mismos. En la escuela de verano de la sala
Assaig los niños no sólo disfutan, sino que adquieren la capacidad
de crear su propio espectáculo, su propia música o interpretación.
En la escuela hay unos diez niños de entre cinco y doce años y,
según cuentan sus profesores, son «muy activos y extrovertidos, que
disfrutan sobre todo de los juegos de agua». Como Toni, que lleva
ya una semana en el curso y lo que más le gusta son «los globos de
agua». O Iris, de 5 años, a quien, además de jugar con el agua, lo
que más le gusta es «la música y las manualidades». La mayor del
grupo es Avelina, de 12 años, que, aunque le gusta mucho el curso,
«sobre todo las clases de interpretación y las de ballet», le
gustaría que entrara gente de su edad, porque el resto «son muy
pequeños».
«Me gustaría que el taller pudiera continuar en invierno ya que,
los alumnos, podrían continuar con la formación», aseguró Ragel. Su
idea implicaría «ir sólo tres tardes a la semana». Por el momento,
se trata de una idea que, tal vez, se convierta en una realidad.
Mientras, los más pequeños combaten el calor estival jugando con
instrumentos como maracas, cencerros o panderetas o haciendo
manualidades. Todo para que los jóvenes aprendan jugando y, sobre
todo, sin aburrirse. Quién sabe, tal vez mañana, alguno de ellos se
convierta en músico o actor.
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