El fallecimiento de la actriz ocurrió en su domicilio, en Edgartown, Massachusetts -al noreste de los Estados Unidos- y el anunció fue hecho por Edward S. Albers, amigo cercano a la actriz.
La vida de Patricia Neal fue un claro ejemplo de claroscuros que la llevaron a vivir desde la gloria de ser galardonada con una estatuilla de la Academia, hasta pasar tres semanas en coma debido a tres derrames cerebrales que sufrió en 1965.
Patsy Lou Neal, nombre real de la artista, nació el 20 de enero de 1926 en Packard Kentucky -al noreste de Estados unidos- y desde niña manifestó su intención de convertirse en actriz.
Su carrera cinematográfica comenzó en 1949, cuando protagonizó junto a Ronald Reagan -quien años más tarde se convertiría en el presidente de los Estados Unidos- el filme «John loves Mary».
Ese mismo año actuó en «El manantial» al lado de Gary Moore, con quien mantuvo una relación sentimental durante tres años y que terminó debido a que el actor no quiso dejar a su esposa e hija para vivir con la ganadora del Oscar.
Lo anterior supuso un fuerte golpe psicológico para Neal, quien poco a poco se recuperó y en 1952 conoció al escritor Roald Dahl, con quien se casó un año más tarde.
Los derrames cerebrales que sufrió en 1965 la dejaron en estado de coma durante tres semanas y tras despertar quedó semiparalítica, por lo que tuvo que aprender nuevamente a hablar y a caminar.
Patricia Neal tuvo que retirarse algunos años de los escenarios, a los cuales regresó en 1968 en la cinta «Una historia de tres extraños», película que representó un gran reto para la actriz, cuya capacidad para memorizar los diálogos había resultado menguada debido al accidente ocurrido tres años antes.
Aún así, fue nominada al Oscar gracias a la interpretación que hizo en «Una historia de tres extraños», en a que interpretó a una madre amargada que utiliza a su hijo como arma contra su marido.
Tragedia
Durante los 30 años que duró su matrimonio con Roald Dahl tuvieron cinco hijos; sin embargo, la tragedia parecía rodear la vida de la actriz.
Olivia, su hija mayor, murió en 1962 a los siete años por encefalitis tras no recibir la atención adecuada para tratar el sarampión que la aquejaba.
Dos años antes su hijo Theo, de cuatro meses de edad, había sufrido daño cerebral cuando el coche donde dormía fue impactado por un taxi y un autobús en las calles de Nueva York.
Debido a la lucha que siempre sostuvo contra las apoplejías y lesiones cerebrales, en la ciudad de Knoxville, donde vivió gran parte de su niñez, existe un centro de rehabilitación con su nombre, donde se tratan este tipo de padecimientos.
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