El fotógrafo Alberto García-Alix durante la presentación de su exposición en Es Baluard. | M. À. Cañellas

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El fotógrafo Alberto García-Alix tiene a sus espaldas más de 30 años de carrera que le han convertido en un referente en su género, pero aún aborda su trabajo como un reto íntimo que «todos los días» piensa en abandonar: «Con la fotografía sufro, muchas veces cojo la cámara y no veo».

El artista leonés ha reflexionado hoy sobre ese enfrentamiento «masoquista» consigo mismo en la presentación de «Lo más cerca que estuve del paraíso», la exposición que recoge lo más significativo de su obra realizada en Baleares, particularmente en Formentera, y que se exhibirá del 10 de septiembre al 9 de enero en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma, Es Baluard.

García-Alix, Premio Nacional de Fotografía en 1999, presenta 56 fotografías en su habitual blanco y negro realizadas en Formentera, Ibiza y Mallorca entre 1994 y 2010, así como un diaporama de 200 imágenes con música creada para la proyección por el bonaerense Daniel Melingo.

El fotógrafo, que ha pasado por Formentera casi todos los veranos en los últimos 20 años y ha realizado allí la mayoría de las imágenes de la muestra, no cree que éstas tengan características distintivas más allá de la relajación que producía en su mirada la isla a la que acudía para regenerarse.

«Durante muchos años» tuvo problemas con las drogas y las estancias en la isla le resultaban sanadoras: «Paella, sol y playa, eso levanta a un muerto», ha indicado García-Alix en rueda de prensa, acompañado de la directora del museo palmesano, Cristina Ros, y del comisario de la exposición, Nicolás Combarro.

En «Lo más cerca que estuve del paraíso» el fotógrafo presenta, sobre todo, a personas retratadas con «complicidad» y «cercanía», ya sean niños, amigos, amantes o desconocidos que dejan de serlo cuando pasan por su cámara.

La sucesión de todos ellos, de otros retratos y de las imágenes de lugares reunidas en el diaporama conforma «una narración sobre las islas y sobre los personajes que salen en las fotos», y también sobre sí mismo, ha apuntado el artista, cuya obra es eminentemente autobiográfica.

De hecho, ha explicado que sus paisajes «tienen mucho de autorretrato» por cuanto reflejan mejor que las fotos de personas su «momento emocional», que suele ser más fructífero para la fotografía «cuando uno está triste».

García-Alix ha comparado su trabajo con el de «un forense», y ha definido la fotografía como «el espejo de un mundo condenado a desaparecer», un «certificado de presencia y, sobre todo, un certificado de ausencia».

No obstante, no hay nostalgia en su mirada sobre la Formentera a la que llegó en 1989, convertida hoy en otra isla porque «todo cambia». «El Mediterráneo siempre será el Mediterráneo», ha asegurado el fotógrafo, para quien «el mar regenera todo».

El artista, que se inició en el oficio en Madrid en 1976 montando un laboratorio, sigue aferrado a la fotografía analógica y al blanco y negro, porque no le tiene «fe» a «lo digital": «Necesito hacer una foto y rezar, y soñar lo que hay», ha argumentado.

«Aprendí así y me expreso así. Me gusta la poesía del blanco y negro», ha sostenido García Alix, quien ha bromeado sobre si la acelerada desaparición de la fotografía analógica, que cada día le dificulta más encontrar los materiales tradicionales, le obligará a retirarse o a hacer de químico y fabricarse su propia película.

Es Baluard, que ha recogido «Lo más cerca que estuve del paraíso» en un libro coeditado por La Fábrica, acogerá los próximos días 13, 14 y 15 un taller dirigido por el fotógrafo, que el día 15 impartirá una conferencia sobre su trayectoria artística.