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Las Converses Literàries cerraron el domingo con éxito de público, que llegó a llenar por completo el auditorio del Hotel Formentor. En esta edición el hilo conductor de las mesas redondas fueron los espíritus, fantasmas y almas en pena.

La universalidad del lema escogido se manifestó en el último debate, compuesto por escritores que se expresaron en castellano, pero cuyo hábitat literario salta de un idioma a otro: el norteamericano David Rieff se fijó en «el amor como último fantasma», el italiano Roberto Calasso comentó a Franz Kafka, la persa Lila Azam Zanganeh se refirió «al deseo y la transgresión de las reglas como fundamentales en la literatura», y el mallorquín Basilio Baltasar aseguró que «la luminosidad que emana de la belleza es inaprensible».

La belleza de la península de Formentor, intensa hasta el punto de poder llegar a ser perturbadora, supuso que al centrar el tema en los espíritus y los fantasmas surgieran los referentes de La montaña mágica, de Thomas Mann o la película El resplandor, de Stanley Kubrick.

Si Mario Vargas Llosa, que empezó a escribir en el Hotel Formentor Pantaleón y las visitadoras, es capaz de ver a París como el lugar natural donde empiezan o terminan todas las historias de amor, en el caso de Francisco Ferrer Lerín, el centro del mundo, en especial si hablamos de muerte y terror, es el Pirineo oscense. Se vio a la nieta de Camilo José Cela, promotor de las Converses en su primera época, en el año 1959.