La instalación, inaugurada ayer en el museo Can Prunera de Sóller. | Pilar Pellicer

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La luz que entra por el lucernario de la escalera helicoidal del museo Can Prunera ilumina, como un arco iris, el gran vestíbulo de esta casa modernista gracias a la instalación Vitrales líquidos, inaugurada ayer por la mañana y de la que es autora la artista Esther Pizarro (Madrid, 1967). Con este proyecto ganó el Certamen Femení d'Instal·lació Artística, que convoca este centro de arte de Sóller para dar visibilidad al trabajo de las mujeres creadoras.

Esther Pizarro contaba ayer a este diario que la instalación «plantea una revisión de la finalidad del vitral» y que «fue creada específicamente para este espacio modernista». De este modo «se libera a la vidriera, cuya finalidad clásica es la religiosa», para «pasar a formar parte de una experiencia más perceptiva ».

Probetas de cristal llenas de agua de colores cuelgan de un armazón en Vitrales Líquidos. La artista apuntó que, durante el proceso de creación, al reflexionar sobre qué tonalidades utilizaría, «pensé que tendrían que ser los colores de Miró porque quiso hacer una vidriera para la Catedral de Palma y al final llegó a realizarla ».

Pizarro trabajó sobre otro concepto, la «deconstrucción» del vitral, que es plano, para convertirlo en una pieza «tridimensional» que «juega con el ritmo de la escalera».

Según esta creadora, el vidrio es un material que le atrae porque resulta «rotundo, transparente, es mágico a la hora de trabajarlo, se derrite con el calor, y, por el contrario, resulta de una gran fragilidad», como una metáfora «de la sociedad actual», señala. Finalmente, opina que, esta obra puede suscitar en el público una experiencia, si no religiosa, sí de «elevación, espiritual».