Algunos de los escogidos por Aguiló para la importante labor de defender y ser la vez de la naturaleza son el actor Nadir Jiménez, la cantante Mery Lambourne y la diseñadora de vestuario Angie Vallori. Tres rostros que sobresalen en un entramado que roza la treintena de participantes.
Vallori se encarga del vestuario que acompañará al actor Nadir Jiménez. El verbo acompañar no es casual. La propia Vallori explica que «está hecho con materiales reciclados», como no podía ser de otra manera en una obra que protesta contra el desastre climático. Así mismo, Vallori detalla cómo «el vestuario forma parte del texto a medida que transcurre la obra» en un «acompañamiento natural».
«Todo es algodón», añade, y explica que la elección de dicho material se debe a que «es de los pocos que pueden encontrarse sin pesticidas», de manera que va «en consonancia con la temática de la obra». A partir del algodón ha elaborado «una túnica en forma de triángulo con una especie de ala y unos tules» que «es transformable y se modifica a medida que avanza la obra».
Sobre los tules, una suerte de tejido fino que suelen formar una malla, Jiménez confiesa sentirse «maravillado». Para él, «el algodón es genial y los tules dan mucho juego. Me permiten ser más imaginativo e indagar» y remata que «no es solo un traje, sino que tiene un componente volátil a lo largo de la función».
Diálogo musical
Jiménez, a su vez, define su papel en Climàtic como «un diálogo con la orquesta mientras rescato los textos de Francisco de Asís» y describe la estructura de la obra como separada en «tres partes», una inicial en la que se «centra en la esencia de la naturaleza», una segunda donde «ya no hay ese enamoramiento y sí un intento de dominarla por parte del hombre» y una tercera «de catarsis en la que parece que no hay salvación, no obstante deja un resquicio a revertir el cambio climático». Para él, no hay duda de que «ahora mismo estamos como especie en la segunda y San Francisco estaría enfadado con nosotros porque no cuidamos la naturaleza». A su juicio, además, «la obra anima a la gente a seguir luchando».
Quizá la relación más pura con la naturaleza llega representada en la voz de Mery Lambourne, quien proviene «del mundo del jazz, la música brasileña o el bolero». Narra que es «la nueva», pero que en cuanto escuchó la pieza de Aguiló dijo «esto está hecho para mí». Su forma de acercarse a la canción es «como una nana, muy suave, sin impostar la voz, como si fuera cantada para dormir a un bebé», algo que relaciona con el propio Francisco de Asís, «defensor de las causas de los animales y la naturaleza desde pequeño». Para ella, «ese es el espíritu que hay que tener para cantar esta canción».
Todos ellos aúnan sus talentos, desde la interpretación, el canto o el diseño, al ingenio de Aguiló, quien se confiesa como «el verdadero privilegiado por contar con este dreamteam». Si toda la obra es un grito de atención sobre una situación que está cerca de ser irreversible, como el cambio climático, su funcionamiento interno y su estructura como equipo es el camino a seguir: la colaboración multidisciplinar desde el respeto y con un objetivo común nada pequeño, pero vital: salvar el planeta.
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Lo del "dream team", lo habrán de decir los demás y el público, como los aficionados hicieron en el baloncesto.