La muestra, que podrá visitarse hasta el 15 de enero, permite acercarse «a la fascinante figura de este artista de origen madrileño que se preocupó, quizá más que ningún otro artista del siglo XX en España, por la enseñanza del arte y el lugar del arte en la educación», señala el museo en un comunicado.
Según la fundación, Ángel Ferrant (1890-1961) es un artista difícil de clasificar, porque del mismo modo que no se ató a un solo lugar, sino que desarrolló su carrera entre La Coruña, Barcelona y Madrid, su aportación no encaja en las narrativas habituales de la historia del arte de las décadas centrales del siglo XX.
Su carrera tampoco se ciñó a una única disciplina, sino que describió una trayectoria zigzagueante entre la escultura, el dibujo y los escritos teóricos. Todas esas facetas aparecen en la exposición que abre este miércoles sus puertas.
Involucrado de forma activa en la renovación de la escultura de vanguardia, Ferrant concibió el arte como origen o comienzo permanente, entendiendo que el oficio del artista consistía en fomentar la educación estética y la imaginación del público, explica el museo palmesano.
Su preferencia por los formatos pequeños responde a su concepción de la relación entre la obra de arte y el espectador, con esculturas articuladas que invitan a mover, jugar y manipular y con las que se adelantó a propuestas más conocidas y consideradas como pioneras.
La exposición, de carácter íntimo, busca «encajar sus piezas en la sala del museo con el misma naturalidad con la que determinados objetos ocupan los espacios domésticos».
Siguiendo los planteamientos de vanguardia que había conocido en sus viajes a París y
Berlín y durante una estancia en Viena, integró el juego, el descubrimiento y la experimentación como parte de su metodología.
Ferrant fue también pionero en el ámbito de la educación artística: en vez de pedir a sus alumnos que copiasen vaciados de yeso, les mostraba «pancartas escolares» con textos inspiradores que también forman parte de la muestra.
Un texto suyo, titulado «Diseño de una configuración escolar», publicado en 1931, aceleró la transformación de la manera en la que se enseñaba arte en España, granjeándose una visibilidad que después dificultaría su carrera.
Tras la Guerra Civil Española, tuvo que negociar «con las peculiares condiciones del mundo del arte durante el franquismo».
El artista fue, además, uno de los fundadores de la «Escuela de Altamira» (1949), un grupo de artistas que encontraron inspiración en las famosas pinturas rupestres para crear un «Arte Nuevo» de vanguardia.
El grupo tuvo una vida corta pero intensa: solo se organizaron dos ediciones de las Semanas Internacionales del Arte Contemporáneo en Santillana del Mar y se editó un número de su revista, «Bisonte», que puede verse en Palma.
En la muestra, las esculturas y dibujos de Ferrant, procedentes de dos colecciones privadas, se exhiben junto con fotografías, carteles, bocetos y libros que ayudan a entender su figura en el contexto artístico de su tiempo: su contacto con otros creadores, sus publicaciones y su trabajo como diseñador.
El material de archivo procede del Archivo Lafuente en Santander y del Museo Patio Herreriano de Valladolid, que custodia la mayor parte del legado de Ferrant.
La exposición «Ángel Ferrant: A escala doméstica» va acompañada de un catálogo con un ensayo de Olga Fernández López, especialista en Ferrant y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, quien se refiere al artista como «un agente cultural incansable».
La exposición coincide con un nuevo ciclo de conversaciones que tendrá lugar a partir del 6 de octubre en el Museu Fundación Juan March. El 20 de octubre Javier Arnaldo, especialista en Ferrant y actual director del Centro de Estudios del Museo Nacional de Prado, contestará a la pregunta: «¿Qué pueden aprender de Ángel Ferrant hoy en día los equipos de educación de los museos?».
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