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No hemos tenido Revetla, ese aroma a llom, llonganissa, botifarró y xua que desprendían las calles de Palma en estos días festivos han dado paso a calles vacías, a escenarios inexistentes y algún que otro acto de resistencia ante el maldito coronavirus que no quiere irse de nuestras vidas. Es más, las está estrangulando. Si algo hemos aprendido en estos casi dos años de pandemia es a tener paciencia, mucha paciencia. El Ajuntament ha ido cancelando la mayoría de actividades de Sant Sebastià pero, por suerte, la gala de los Premis Ciutat de Palma recordó a viejos años de gloria. Un esfuerzo titánico por mantener una tradición que no podía fallar por segundo año consecutivo.

La ceremonia de entrega de estos galardones que reconocen la excelencia en los diferentes campos culturales regresó a su casa, al Teatre Principal de Palma, tras una gala atípica el pasado mayo en el Castell de Bellver. Una tímida vuelta a la normalidad aunque fuera tan solo por un par de horas.

La comitiva política se vistió de gala en la gran noche de Antoni Noguera y el equipo de la Regiduría de Cultura de Cort, aunque a algunas de estas autoridades se las pudo ver la noche del miércoles brindando en honor al patrón de Palma en un conocido bar del Casc Antic. El orgull llonguet no debe perderse ni en mitad de una crisis sanitaria. Otra tradición respecto a los Ciutat de Palma es la polémica. No hay edición sin ella, aunque la de este 2022 aún no ha dado señales de vida. Lo hará, o tal vez no y el virus nos ha hecho mejores personas, quién sabe.