El escritor y colaborador de este periódico Joan Guasp, este martes en Palma. | Pilar Pellicer

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En julio de 2007, un apagón histórico dejó a media Barcelona a oscuras durante algunos días. En ese mismo momento, Woody Allen rodaba su película Vicky Cristina Barcelona, protagonizada por Javier Bardem, Penélope Cruz –que le valió el Premio Oscar a Mejor Actriz Reparto–, Scarlett Johansson y Rebecca Hall. Para pasar el rato, el cineasta estadounidense entró en un modesto bar del barrio gótico de la Ciudad Condal, como si de un cliente cualquiera se tratara. Al menos así lo imagina Joan Guasp (Consell, 1943) en Woody Barretina Barcelona, texto teatral que fue finalista del premio Vila de Gràcia en 2011 y que este fin de semana, por fin, se podrá ver en la Sala Cinquantenari del Ateneu de Sant Just Desvern de la mano de Justeatre, con dirección de Mayka Dueñas. Para aprovechar la ocasión, el escritor y colaborador de este periódico ha publicado esta misma obra en formato libro con el sello Edicions Balèria.

«Fantaseé con que Woody Allen entraba en un local [que se llama Barretina] donde el camarero era, como yo, un gran admirador suyo. Pero, como se ve ya en el principio, no se trata en realidad de Allen, sino de un maniquí, de una figura de plástico o de cartón. Por eso, es un monólogo un tanto particular, pues solamente habla el camarero, aunque, en cierto modo, también es un diálogo», desvela Guasp, quien afirma que es «una obra que sigue mi estilo de siempre». Esto es, según el propio autor: «Un contenido reflexivo filosófico cómico; un poco como el de Woody Allen», compara. «Pero, a la vez, mi teatro es insumiso, rompedor, transgresor y siempre tiene un poco de denuncia; no son obras vacías», puntualiza.

Carrera

«Sigo su carrera desde su primera película. Me encanta su inteligencia, su ingenio. Cuando no es o no resulta inteligente, lo sabe suplir con el ingenio y eso es muy importante. Siempre me han gustado aquellos filmes en los que también actuaba. De él admiro su humor inteligente, qué hace con las palabras que es, precisamente, a las que yo doy tanto valor», asegura el narrador. En este sentido, opina que «es un guionista excepcional, el mejor que hay en el cine actual, a la altura de Groucho Marx».

Incluso una vez, Guasp pudo ver a Woody Allen en directo, aunque no fue por ningún motivo cinematográfico. De hecho, fue por la faceta musical del estadounidense, que es también un reputado clarinetista. Esa cita tan especial tuvo lugar el 1 de enero de 2009 con la New Orleans Jazz Band y la cita congregó a más de 4.000 personas. «Yo estaba en primera fila. Quería ir a saludarlo, pero fue imposible. Luego supe que había comido en el restaurante Caballito de Mar, en el Passeig de Sagrera. Una lástima, porque conocía a su propietario. En ese momento yo ya tenía el manuscrito de Woody Barretina Barcelona y se lo podría haber entregado», recuerda. De hecho, asegura que ha rendido homenaje a Allen en otras ocasiones. «En muchas de mis obras siempre le cito en algún momento, casi siempre hay alguna referencia», señala.

Catalán

Asimismo, Joan Guasp siempre intenta reivindicar la lengua catalana en todas sus creaciones. «Cuando escribí este texto no se hablaba tanto del independentismo, pero sí de la libertad. Por ello, el camarero, también conocido como L’Home de l’espelma, hace en realidad una exposición de la situación del momento. En este sentido, me parece un retrato bastante vigente en la actualidad en cuanto al panorama político, de la lengua, de la represión española. No estaban todavía los Comités de Defensa de la República (CDR), pero yo los metí al final de la obra», reconoce.

Por otra parte, el escritor relata que empezó a traducir al catalán Zelig, cinta de Woody Allen estrenada en los años 80 y que también se editó en un libro en castellano de la mano de Tusquets. «Es uno de mis filmes preferidos. Trata sobre un hombre que es una especie de camaleón que se convierte o transforma físicamente en los personajes que admira. Como me gustaba tanto y existía el libro en español, empecé a traducirlo al catalán. Le envié una carta para saber qué opinaba del asunto, si le parecía bien o para que me hiciera algún comentario. Al cabo de medio año o más, me devolvieron la carta porque no habían encontrado el domicilio indicado», relata.

Sobre qué proyectos tiene en marcha, apunta que «como siempre estoy escribiendo, no es que tenga un cajón lleno de manuscritos, es que el cajón principal es mi cerebro, que me explota con tantas ideas». «Nunca acabaré los argumentos, aunque es verdad que muchas de mis obras no tienen un argumento en sí, como es el caso de Woody Barretina Barcelona», concluye Guasp.