Josef Egger falleció este pasado jueves a la edad de 97 años.  | PLOZANO

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Un hombre «único», con una personalidad «carismática e irrepetible» que lo dio todo en favor de «la cultura y la sociedad de Mallorca»; «el austriaco más ilustre que ha pisado la Isla desde el Arxiduc Lluís Salvador». Así era Josef Egger, fallecido el pasado jueves a los 97 años, para las personas que le conocieron y cuyo destino les unió, tanto en lo profesional como en lo personal. Estrechó lazos entre Mallorca y Austria «como nadie había hecho antes» y fue un gran entusiasta de la música y sobre todo de la Orquestra Simfònica, a la que amó y llevó a lo más alto. Egger deja una huella «imborrable».

«Era un personaje único, un mecenas de los antiguos, de los que realmente amaban la cultura», apunta Pablo Mielgo, director de la Orquestra Simfònica de les Illes Balears, «su papel fue determinante para nuestra llegada a la Isla [la de Mielgo y la de Joji Hattori como responsables de esta formación]». «Sobre todo, su labor fue importantísima para salvar a la Simfònica en los años de la crisis, sobre todo porque la orquesta estaba en un viaje a ninguna parte y él supo reconducirla», sostiene. El maestro guardará siempre «un gran recuerdo porque siempre estuvimos en contacto y destacaría el cariño que ha dejado en los músicos más veteranos de la orquesta».

Es el caso de Smerald Spahiu, concertino de la Simfònica desde el año 1996. De Egger, «más allá de todo lo que hizo por nosotros siempre me quedará el recuerdo de una persona alegre, con un gran corazón y sobre todo con mucha visión, fue un visionario; cuando hablaba a veces ponías en duda si tenía razón o no, y al final siempre la tenía, aprendí mucho de sus conocimientos musicales, sobre todo del mundo operístico, conocía muchas arias de memoria, como las de Otello, y te las recitaba en cualquier momento, era una gran persona y nunca le olvidaremos».

Empresario de éxito, también es reconocida la labor de Egger para estrechar lazos culturales y sociales entre Austria y la Isla; de hecho, fundó y presidió la Asociación Austriaca de Amigos de Mallorca. Por eso, su pérdida ha supuesto «una profunda tristeza, Josef hizo muchísimo por dar a conocer la cultura austriaca, fue esencial para lograr ese intercambio», cuenta Carlos Anglada, cónsul honorario de Austria, que destaca «su inmensa categoría», que le llevó «a mantener a la Simfònica con sus propios fondos de manera desinteresada, y no solo con la orquesta, todo lo que aportaba siempre lo hizo desde la absoluta generosidad». «A pesar de su edad su pérdida es una noticia muy triste, yo le conocí bastante tarde y me perdí muchos años, pero solo con conocerle te das cuenta de su lucidez, su amabilidad y su humor socarrón, era fantástico», sostiene.

También tienen unas palabras para Egger expolíticos como Joan Huguet y Miguel Ángel Borrás, con los que entabló una gran amistad y también una relación profesional. «La cultura de las Islas en mayúsculas está en deuda con él; gracias a él, y yo fui testigo, tenemos a la Orquestra Simfònica que tenemos hoy en día». Como persona, para Huguet tenía «una humanidad sin límites, era amigo de sus amigos y yo diría que fue un gran defensor de lo que significa Mallorca, de su proyección internacional, de su cultura autóctona propia». De hecho, «siempre estaba dispuesto a intervenir en cualquier tipo de acto o evento si eso conllevaba un beneficio para Balears, pero sobre todo para su población, siempre estaba ahí para ayudar y colaborar». El expolítico recuerda, sobre todo, todo lo que hizo «para salvar a la Simfònica estaba en su peor momento, él actuó de manera decidida y pudo reconducirla, yo le acompañé a muchas de esas reuniones, aunque todo el mérito fue suyo».

Amistad

En el caso de Miguel Ángel Borrás, la suya fue una relación muy cercana, sobre todo porque «éramos vecinos y desde el primer día que le conocí me pareció un hombre amable, simpático, entregada, un buen amigo y con una gran cultura, nunca venía a casa sin una botella de vino, mi familia y yo sentimos mucho su fallecimiento, estamos muy tristes», confiesa. Para Borrás, Egger «es un ejemplo de muchísimas cosas, sobre todo era generoso y con su propio dinero hizo muchas cosas para la sociedad balear; empresarios y personas que tienen posibles y poder en la Isla deberían dedicar más a la cultura como hizo él, que lo hizo en cuerpo y alma», agrega. «No tenía obligación de hacerlo, pero lo hizo, devolvió a Mallorca todo lo que ella le había dado».

Y además de la cultura mallorquina, Josef Egger admiraba la gastronomía de la terra. De hecho, «era el único miembro extranjero de la Academia de la Cuina i del Vi de Mallorca», rememora con cariño José Luis Roses Ferrer, actual presidente de esta entidad. «Sin duda, deja una impronta que perdurará por muchos años; Josef era un todoterreno, ayudaba a los demás de manera desinteresada, era muy afable, se hacía con todo el mundo y todos los que le conocieron le querían por igual».