Jordi Maranges, en una imagen promocional de 'Allau'. FOTO: Daniel Piquer

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En su último trabajo, Jordi Maranges recoge el guante de Oscar Wilde, quien aseveraba que ‘todos yacemos en el barro, pero algunos miramos a las estrellas'. Y es que, en palabras del cantautor mallorquín: «He querido convertir el lodo en bonitas melodías y letras». Se refiere a las duras circunstancias que rodearon la creación de Allau, un disco fruto de una transformadora debacle vital.

De esa noche oscura del alma ha extraído un puñado de canciones que cruzan exuberancia, teatralidad, nocturnidad y sintetizadores, aderezadas con su natural atracción por las tragedias y glorias cotidianas. Alambicado y oscuro, vitalista y sobrecogedor, más madera para esa hoguera, esa luz, que, como cantaba Morrissey, jamás se apaga. Lo presenta este sábado 25, a las 20.00, en el Teatre Xesc Forteza de Palma.

Las canciones de Jordi Maranges tienen una cualidad muy ‘schubertiana', esa calma profunda que oculta un cambio de guion tormentoso que baña la obra del austriaco. En Allau incursiona en nuevos géneros, «mis discos siempre son muy variados, me gusta que sean dinámicos, he buscado atmósferas íntimas pero también texturas densas y electrónicas, elementos acústicos y otros completamente digitales, incluso hay reggaetón». Más transversal que nunca, Allau tiene también un aire folk experimental, «escuché con mucha atención a gente como Rodrigo Cuevas o Maria Arnal y los discos clásicos de Maria del Mar Bonet».

Maranges canta con el desaliño de un artista pop y la ironía de un chansonnier desencantado. Sus vivencias impactan sobre su obra, recorren sus versos, que cubre de oropel y poesía, «mi trabajo es básicamente autobiográfico, mi campo de batalla es mi cuerpo, mi historia, mi árbol genealógico», reconoce. Sentido y jocoso a la vez, le canta a momentos vitales dolorosos «como la muerte de mi madre, la diagnosis de una enfermedad, el fin de una relación sentimental… De una debacle personal he hecho un disco», confirma. Y esa pequeña hecatombe sísmica y emocional la viste con loops y otros modernos ropajes, como un Jeff Buckley enamorado de la noche, ese reino de príncipes efímeros que tan bien conoce. Aunque otras temáticas, como «la identidad, los estereotipos de género, la capacidad de uno o una para sobrevivir en un mundo cruel y normativo son otros temas recurrentes en mi cancionero».

Maranges se adentra en sus canciones como si fueran túneles excavados con sus propias manos, reconociendo sus huellas y reconstruyendo la experiencia, para luego emerger con una sonrisa o una mueca de dolor, pero siempre en busca de complicidad. Esa catarata de emociones que se alinea entre su mente, su corazón y su voz es la auténtica correa transmisora de sus canciones, que en Allau, como de costumbre, impactan al primer contacto. Sucede con L'home més sexy de part forana y Oro puro, «esta última un homenaje a las amigas que me sostuvieron en los malos momentos»; también con El gresol y Un adolescent va en patí, poemas de Aina Riera y Marcos Augusto Lladó que el artista ha musicado. En todas ellas, su voz flota por encima de una instrumentación delicada, aunque más poderosa de lo que se intuye.

Junto a Allau se presenta un libro-disco maquetado por Víctor Conejo, que además de servir como soporte musical incorpora textos y un hermoso imaginario gráfico de Daniel Piquer.