La conocida historiadora del arte Eugenia Tenenbaum ha presentado 'Las mujeres detrás de Picasso' este jueves en Rata Corner. | P. Pellicer

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«Por mucho que desde los atriles de las aulas y las salas de prensa de los museos se nos advierta con corrección de que no debemos abordar el pasado con la mirada del presente, lo cierto es que no hay otra forma de hacerlo». Con esta advertencia arranca Las mujeres detrás de Picasso (Lunwerg), el nuevo libro de la conocida historiadora del arte Eugenia Tenenbaum, quien lo ha presentado este jueves en en Rata Corner. El volumen cuenta con ilustraciones de Esther Gili, María Hesse, Lady Desidia, Sara Herranz, Ana Santos, Laura Agustí, Maria Herreros, Isa Muguruza y Naranjalidad.

«Los profesionales que trabajamos con una metodología revisionista, con perspectiva de género, colonial o de clase, se nos acusa de presentismo», lamenta. En cambio, continúa, «eso solo ocurre cuando nos referimos a colectivos que siguen estando culturalmente minorizados». «A nadie se le ocurre ofrecer una mirada crítica del régimen nazi o del Holocausto. Para mí era una manera de cubrirme las espaldas, porque entiendo que es un proyecto arriesgado, por haberse publicado en el año Picasso [en conmemoración al 50 aniversario de su muerte]. Por eso quise empezar contraargumentando las posibles críticas», aclara.

La publicación se centra en el relato de ocho mujeres que formaron parte de la vida de Picasso: Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Dora Maar, Marie-Thérèse Walter, Geneviève Laporte, Jacqueline Roque y Françoise Gilot, que justamente falleció este martes a los 101 años. A ella, subraya Tenenbaum, «la exilió a Estados Unidos no la guerra, sino su expareja y exmaltratador».

De esta manera, la autora ha indagado en la biografía de estas mujeres –cuya bibliografía incluye al final del libro–, la mitad de ellas artistas profesionales «no gracias a él, sino a pesar de él», aunque lo ha pasado por el filtro de la ficción para «imaginar qué podría haber pasado o qué pensaron ellas» así como «generar cierta atmósfera».

En lo que asegura que ha tenido especial cuidado es en los episodios de violencia, así que «me he basado en cómo aparecen en las fuentes». En este sentido, lamenta que «en muchos artículos relacionados con el libro se ha puesto en entredicho que Picasso era un maltratador y se hablaba de él como ‘supuestamente' o ‘algunos historiadores alegan'».

«No estamos imaginando, está en las fuentes. Por eso, desde el principio tuve claro que, por mucho que sea un libro ficcionado, como historiadora del arte he realizado una investigación muy rigurosa», insiste. Para Tenenbaum, tratamos de evitar conversaciones incómodas, como es el caso de hablar de la violencia que ejerció Picasso, considerado «el genio de la pintura del siglo XX», sobre las mujeres.

«Al final, la propia noción de genio se construye sobre la exclusión y la omisión de información a lo largo de, como mínimo, medio siglo. El genio tiene que dejar de existir para que haya el hombre. La historiografía feminista intenta desestructurar esa noción de genio tan excluyente y exclusivista que tiene mucho que ver con el sistema patriarcal, racista, machista, tránsfobo. Es hora de coger ese término con pinzas», critica.

«Sobre todo porque al final parece que al hablar de cuestiones sobre este artista maltratador de mujeres, amistades y de su entorno inmediato como marchantes y coleccionistas, sea relegarlo a un ámbito privado, pero en realidad formaba parte del público, pues la sociedad fue testigo y en más de mil obras suyas aparecían sus nombres», señala.

«Eso no pertenece al ámbito de su vida privada, sino que está en los museos. Cada vez que no se aprovecha para abordar temas como la violencia de género, esta se perpetúa. La historia del arte va más allá de la información que se pueda adquirir en un archivo o a través de documentos, pues la mayor parte de los casos se deben a una interpretación de un profesional que se enfrenta a unas fuentes o a unas figuras. De ahí la necesidad de revisitar, reinterpretar y reaprovechar las obras no solamente en su función estética o de ocultismo de lo misógino, sino para potenciar su carácter sensibilizador; traerlas al presente y que los museos no vivan anclados en el pasado», añade.

Sobre cómo se acercó Tenenbaum a Picasso, la historiadora reconoce que lo hizo «desde la suspicacia de por qué se ensalza tanto a este artista», cuando estaba estudiando la carrera. «Después cursé una asignatura optativa monográfica sobre él y recuerdo que, en la parte teórica, en ningún momento se habló de que era un maltratador, algo que sí se hizo en la práctica. Así que aprovechaba los trabajos para explorar lecturas biográficas sumamente sesgadas. Aparecía el retrato de una mujer y no sabía quién era o qué relación tenía con él», cuenta.

«Hay mucho que cambiar y es complicado. Hay tanto mito e hito nacional que parece que decir algo malo de Picasso es hacerlo también de nuestra nación y eso hay muchos que no lo llevan bien. Son conversaciones que se tienen que tener y pelearemos hasta que se tengan. Estamos en el siglo XXI, quien quiera quedarse en el XX será su problema», concluye.