Basilio Baltasar. | BEGONA RIVAS

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El escritor, periodista y presidente del Premio Formentor, Basilio Baltasar (Palma, 1955), presenta hoy en La Biblioteca de Babel no uno, sino dos libros nuevos. Por un lado, El intelectual rampante, una antología de ensayos en los que hace un repaso en forma de admiración por algunas de las mentes más importantes por su creatividad de la historia. El otro título, El Apocalipsis según san Goliat, se adentra en la narrativa novelesca, pero con un pie en lo filosófico y otro en la reflexión crítica, que acostumbran a ser lo mismo cuando se hacen bien. Baltasar charlará sobre ellos y otras cosas con Anna Caballé, Quico Maura y Benito García Noriega en un acto organizado por el Cercle d'Economia de Mallorca.

Baltasar señala del primero de sus libros que es «una meditación sobre ese gran cuerpo que hace fermentar nuestra personal apropiación e interpretación de los grandes hallazgos intelectuales», aquellos momentos que «vertebran nuestra interpretación del mundo». Es algo así como un grito en contra de la superficialidad que impera hoy en día y que, en parte, se debe a «la falta de tiempo que nos obliga a condensar, resumir, comprimir y nos hace perder de vista la verdadera magnitud de la profundidad». Ante ello, «un ejercicio intelectual apartado de las urgencias temporales es lo que necesita el lector para vivir en primera persona la inmensidad de nuestra existencia».

En este contexto, para Baltasar es obvio que «la destrucción de la vida interior es el verdadero agujero negro» al que nos enfrentamos hoy en día y por ello cree que «deberían atraernos e interesarnos aquellas obras que nos ofrecen dificultades» porque «un órgano que no se entrena se atrofia, enferma y desaparece» teniendo por bandera la máxima de que «la confianza en las cualidades que no hemos desarrollado todavía son las que nos tienen que llevar a buscar las dificultades».

En parte culpa al entretenimiento y a la confusión de entender la divulgación como un ejercicio de pasatiempos. Esta dupla, para Baltasar, ha logrado que en lugar de «excitar la curiosidad» ha facilitado al ser humano el «acceso cómodo a una superficie banal y trivial», logrando que todo el mundo sepa un poco de toco, pero no demasiado de nada.

Es, a su vez, una industria que se ha basado en una idea que Baltasar considera «muy extraña»: «La de que un ser humano pueda aburrirse». Algo que le parece «inconcebible si alguien está vivo porque tiene a su alrededor miles de motivos para estar despiertos. Solo deberían estar aburridos los muertos», declara.

Por otro lado, la novela juega desde su propia realidad, pero sin «dejarme seducir por la moda ni por lo que se considera correcto» para construir en torno a un personaje, Goliat, una suerte de mendigo que «tiene todas las cualidades de la ironía y la picardía de los que viven al margen de la sociedad».Se trata de un «personaje complejo, poliédrico y podríamos decir de él que lo sabe todo, está de vuelta y no le interesa la vida social». A partir de él, de este Goliat con aires zaratustrianos, la novela nos invita a un repaso, de nuevo, por los grandes momentos de las grandes mentes y para reflejar, de alguna manera, el malestar social que a todos nos aflige, pero que no todos asumimos.