El músico y líder de la banda catalana Mishima, David Carabén, estará el domingo en CaixaForum.

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En ocasiones los pensamientos van a la deriva y la desconexión con nuestro entorno aumenta. Esa falta de rumbo puede despertar emociones y sentimientos erráticos. Una de las consecuencias de ese estado es la nostalgia, un raro cóctel de factores capaz de resucitar vínculos enterrados que nos conectan con el pasado... ese lugar que mejora con el tiempo. La nostalgia es el mejor antídoto para cambiar el dolor por una satisfacción fugaz; pero es también una inagotable fuente de inspiración para la cultura popular. De eso debatirán mañana en uno de los vermouths poéticos del Festival En Otras Palabras (CaixaForum Palma, 12.00 h) el músico David Carabén y el escritor Sebastià Alzamora. Charlamos con el primero, líder de la banda Mishima.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

—No. Piensa que la memoria es muy traicionera, solo se queda con lo bueno...

Mi experiencia en entrevistas con músicos revela que tan solo mirar al pasado con melancolía. ¿Por qué la nostalgia tiene tan mala prensa en su negocio?

—La nostalgia es uno de los grandes temas de la canción popular, pero la actitud del músico tiene que estar abierta, tiene que saber convivir con los cambios.

La nostalgia es un sentimiento pegajoso que no nos deja avanzar, pero también puede ser el combustible para desarrollar grandes obras, ¿cómo se encuentra un equilibrio emocional en esa dualidad enconada?

—Todos los sentimientos del ser humanos son pegajosos, y algunos rozan el ridículo porque se recrean en sí mismos, en el caso de la nostalgia creo que nos hace más habitable el presente.

¿La creación es una mezcla de memoria y futuro, de nostalgia y proyectos?

—Sí, totalmente, al menos en la canción popular tiene esta vocación de convocar un anhelo o un recuerdo.

‘No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió', cantaba Sabina; mientras Loquillo se reconocía ‘cautivo en reinos conquistados donde ya no queda nada'. ¿Qué tema de vuestro repertorio es más desesperadamente nostálgico?

—Tenemos una canción que no es nostálgica de una forma dramática, habla del efecto que causa el alcohol en los adultos, visto desde mi juventud, cuando era un tema que me fascinaba, en aquella época la vida era un misterio sugerente, pero cuando tienes cuarenta años deja de serlo.

En Mishima se da una mezcla virtuosa de recuerdos, elegancia, erudición e ironía en textos profundos pero sencillos, ¿qué incidencia tiene la nostalgia en su conjunto?

—Me cuesta analizarlo. Es un sentimiento que más que explorarlo me lo he encontrado, a veces la memoria funciona con un motor propio...

A nivel vital es evidente, pero, a nivel creativo: ¿La nostalgia va ligada al síndrome de Peter Pan?

—No lo sé, es una pregunta muy profunda. Creo que hay que mantener abiertas las posibilidades, que es algo muy propio de la juventud, pero ya sabemos que esta sociedad capitalista incentiva que seamos jóvenes hasta los 80 años. La nostalgia busca entretenerse en un recuerdo...

En ocasiones, la nostalgia puede irrumpir de la forma más insospechada, contemplando una de esas inmutables estampas nocturnas de Edward Hopper...

—Correcto, aunque si hablamos de pintura creo que el autor que mejor retrata la nostalgia es Caspar David Friedrich, retrata una expresión de la naturaleza que reducen al ser humano a una mota de polvo.

Como barcelonista con voz autorizada (de hecho, es comisionado del 125 aniversario del F.C. Barcelona): ¿Cuándo remitirá en la parroquia culer el mal de la melancolía?

—(Risas) No lo sé, el barcelonista es muy melancólico y sentimental, toda Catalunya lo es. Y tiene sus pros y sus contras, hace que nos comprometamos mucho con un estilo de juego que apela al romanticismo y no nos conformemos con algo tan terrenal como una victoria.

¿Los cruyffistas son nostálgicos por definición?

—Creo que no, vamos a la contra, somos rebeldes y nos sentimos orgullosos de que nuestras ideas se sigan sofisticando y mejorando en el Manchester City y el PSG de la mano de Guardiola y Luis Enrique.