El listón estaba alto en el Festival Cap Rocat tras dos días en los que Jonas Kaufmann, Sondra Radvanovksy y Mikhail Pletnev elevaron casi al Olimpo el nivel. No obstante, Lisette Oropesa aceptó de buena gana el reto y tomó el relevo, aprovechando la jerga olímpica, para ascender más la calidad de la propuesta de un festival que en tan solo unos años ya lleva el laurel de la clásica.
Este domingo por la noche se dio el acorde final a la edición de este año en la que han pasado las mejores voces del mundo por Balears. Una velada que musicalmente hablando estuvo a la altura del entorno de lujo del Hotel Cap Rocat, un espectacular enclave de origen militar que goza de un presente de belleza refinada y actividad cultural de primer nivel como demuestra este ciclo, promovido por Antonio y María Obrador, impulsor y directora del festival.
Y si el entorno era inmejorable, con los acantilados a un lado y la espectacularidad arquitectónica en el otro, la propuesta musical debía, como mínimo, igualarlo. Y así fue. La Orquestra Simfònica de les Illes Balears abría la noche de manera enérgica y alegre para reencontrarse con su director titular, el maestro Pablo Mielgo, que tomaba la batuta tras la dirección del viernes a cargo del italiano Marco Armiliato.
Fue el preludio antes de acompañar, juntos, a la protagonista, una de las sopranos más solicitadas del mundo y que demostró el motivo de su apretada agenda. Hablamos de Lisette Oropesa, quien deslumbró a propios y extraños con un repertorio variado en el que obras maestras de grandes como Donizetti, Verdi, Bellini o Rossini desfilaban por su garganta moldeadas por una voz que une la suavidad del terciopelo y la agradable frescura de una brisa veraniega.
Parece fácil, pero no lo es, y Oropesa hace lo más complicado: provocar que todos nos creamos capaces de cantar porque hace sin aparente esfuerzo lo que requiere maestría. Su arábigo registro encajó como un guante en un entorno que bien podría ser el norte de África para afrontar un abanico musical que encandiló a un auditorio donde hubo personalidades del tejido político, cultural y empresarial isleño como Llorenç Galmés, president del Consell; Carmen Planas, presidenta de CAEB; o la escritora Carme Riera, entre otros.
Fue el broche a una inmejorable despedida para cerrar días de ensueño de un ciclo que mira al futuro con una edición, la del año que viene, que ya está en marcha con fechas confirmadas (1 al 3 de agosto) y cuyo nivel de exigencia será máximo. En cualquier caso hay motivos para confiar ya que el Festival Cap Rocat vive en una escala ascendente.
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