Fran Mayor es la apuesta de la Galería Marimón de Palma para la Nit de l'Art.

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La obra del artista Fran Mayor Maestre se basa en mirar de forma nueva lo conocido. Por ese motivo, el autor quiere transitar los mismos lugares, «volver a mirar para encontrar el detalle», explica el artista, que esta Nit de l’Art inaugurará en la Galería Marimón una muestra de 9 piezas, en las que mezcla el gran formato con el mediano y el pequeño. La exposición lleva por título Tipos de interés y continúa el hilo de muestras anteriores como la tuvo el año pasado en Oporto.

¿Cuál es el punto de partida de la muestra?
—Las piezas son el resultado de un proyecto que tiene que ver con el espacio y la arquitectura. Me enfrento a la forma de habitar, pero también me interesa el sentido del atlas menmosyne, tal y como lo entendía Warburg. Las piezas tienen una coherencia formal y geométrica, pero las pienso como si fuesen un recorrido personal. Las arquitecturas son inventadas, nacen a partir de modelos que dibujo en cuadernos. Las formas sí son elementos geométricos que veo en la calle. Mi trabajo se basa en traducir esos elementos geométricos.

¿Cómo se enfrenta a los lugares conocidos?
—Me concentro en las sorpresas que ofrece un entorno que conoces perfectamente, en detalles de los que no te has percatado. Encontrar algo es la dimensión luminosa de lo cotidiano. Esas influencias son las que me gustan. La novedad siempre va con retraso. Me chifla el proceso de osmosis, ir empapándome de lo nuevo por un proceso de filtrado y decantado lento.

¿Qué origina ese interés?
—Se encuentra en Mallorca. En 2016 hice una residencia en la Miró, en aquel momento trabajaba mucho la obra gráfica, y me fascinaron los Pullmans y los Impala. Ese hormigón gigantesco que compone una mole altísima y rígida, el abandono de los espacios, la multiplicación de la vivienda. Cómo se habitó la estructura y cómo cambió, desde entonces, como si habitar fuese parasitar la estructura, pese a que el núcleo se mantiene igual. Comencé a trabajar a partir de eso. En un inicio era un trabajo más figurativo y mimético, pero ahora todo está ficcionado.

Evita la copia del natural, ¿a qué responde eso?
—No quiero que se piense mi pintura como una ventana en la que te puedes mirar. Me interesa el no-lugar, el no-espacio. No hay nada real detrás de ellos. Son arquitectura, pero estoy seguro que si hiciese referencia a historias con narrativa, si fuesen lugares reales, toda esa parte que me resulta atractiva, la pictórica y la formal, quedaría relegada a un segundo plano. Es una representación de una unidad que va apilándose. Siempre lo pienso desde el patrón repetitivo, no desde la representación figurativa.

¿El interés por lo vertical le lleva a la escultura?
—Sí, pero como prótesis de la pintura. Juego con elementos que no tienen entidad como obra. Utilizo cerámica o madera para realizar formas que pienso desde la pintura. Las construyo físicamente en cartón o papel doblado. En el estudio tengo zonas con elementos tridimensionales que me ayudan a pensar las piezas. Para mí son una forma de desatascar o hacer crecer la obra.

Esas fachadas en las que trabaja, ¿responden a alguna decisión estética?
—Creo que es influencia de Madrid, esa identidad de la periferia de las grandes ciudades; los cinturones obreros. Para llegar al cole de niño tenía que atravesar esas arquitectura generadas de forma concéntrica. Es asumir un background visual. La exposición a este tipo de arquitectura me ha generado una tendencia hacia ellas. Sé que tienen un significado político y de clase que subyace, pero para mí no es lo más relevante. La lectura política de la obra está y es legítimo hacerla, pero no siento que sea lo que más me interesa de ella.