Joan Oliver ‘Maneu’, nieto del pintor, inaugurará este sábado una muestra con una cuarentena de cuadros. | Jaume Morey

TW
0

Joan Oliver ‘Maneu’ fue, recuerda, uno de los impulsores de la Nit de l’Art. En esos tiempos, Joan Guaita era el presidente; Xavier Fiol, Bernat Rabassa y yo formábamos parte de la junta», cuenta el conocido galerista de la galería ubiada en la calle Montcades. En la actualidad, aunque no forma parte de la asociación Art Palma Contemporani, que organiza esta cita emblemática, Maneu sigue proponiendo algunas exposiciones a lo largo del año. Para este sábado, ha montado una gran muestra de cuadros de su abuelo, el célebre pintor Joan Fuster (1870-1943). El proyecto bebe de la exposición que se celebró hace dos años en Valldemossa, en Coll Bardolet y La Cartoixa, con motivo de la conmemoración del 150 aniversario del nacimiento de Fuster.

«He escogido las mejores obras que tenía en la galería. La gran mayoría son paisajes, pues era un enamorado del paisaje, aunque hay alguna marina y dos o tres bodegones. Además, incluimos una serie de notas. Se conservan gran variedad de cuadros pintados en el taller, pero en esa época los pintores trabajaban en muchas ocasiones al natural. No siempre traían consigo caballete, sino que hacían pequeños cuadros al natural, como una especie de sketch. Incluso pintaban en ambas caras. Así, de un paseo podían sacar hasta ocho notas. Esas obras están pintadas con una gran frescura y espontaneidad. Hay una en la que podemos contemplar un desfile de gente durante las fiestas de la Beata de Valldemossa. Es como si en cuestión de tres segundos hicieras una foto. Luego, en el cuadro, me puso a mí en el primer término. Yo tenía unos cinco años», recuerda Maneu, que en total exhibe una cuarentena de cuadros.

Época

La época que le tocó vivir a Fuster no fue fácil. «A principios de 1900, puede que fuera uno de los mejores pintores de Mallorca. Era joven y tenía empuje, pero no tuvo una vida sencilla. Era un hombre de concepciones políticas liberales, no contaba con el favor de la iglesia y los capellanes, que eran los que repartían los trabajos para el mantenimiento del patrimonio o la restauración de cuadros», cuenta. Así las cosas, tuvo que buscarse la vida, pero no le fue mal. «Hizo una veintena de exposiciones en Barcelona e incluso ganó la medalla de oro en la exposición internacional de Marsella en 1903. En Mallorca había muchas envidias, era una sociedad muy clasista. Encima era xueta», explica.
«Otro pintor buenísimo de aquellos tiempos, Antoni Gelabert, también sufrió esa manera de hacer. La nobleza no podía soportar que el barbero que les afeitaba de día, de noche inaugurara una exposición. Después, cuando llegó el fascismo y la época de las persecuciones, vivieron obsesionados porque sabían que si Franco entraba en la Segunda Guerra Mundial, les tocaría a ellos. Mi abuelo murió preocupado».