El pianista y compositor menorquín Marco Mezquida posa en el ensayo con la OSIB. | Pere Bota

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¿Puede algo físico ser representado musicalmente? Está claro que el lenguaje musical es uno propio y universal, pero ¿se puede traducir algo al mismo? Desde hace años, las composiciones apelan a sentimientos, recuerdos e instancias incluso religiosas, sí, pero ¿qué ocurre con lo tangente? ¿La lluvia del otoño, las olas del mar, el canto de los pájaros. Y, ya puestos, la ciudad de Nueva York?. ¿Y, ya puestos, un talaiot? En cualquier caso, no fue la que pregunta que se hizo Marco Mezquida, sino el resultado al que llegó cuando se puso a escribir su primera composición para piano y orquesta y que estrena en Mallorca esta tarde, en el Principal de Palma (20.00 horas) junto a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears.

«Tengo una relación muy especial desde hace muchos años con los talaiots», relata el pianista menorquín. «Son para mí un lugar de meditación y conexión y he vivido en ellos momentos de mucha alegría y espiritualidad», comenta músico que añade que «son lugares telúricos en los que he vivido cosas muy potentes y una gran conexión con mi tierra, Menorca», razón por la cual quiere dedicar a su isla el concierto que es un «viaje ininterrumpido de 50 minutos con mucha exigencia».

Sobre la pieza, que lleva por título precisamente Talaiot, explica Mezquida nació medio, en broma medio en serio: «Tras tocar Rhapsody in Blue, de Gershwin, con la Simfònica del Vallès» les dijo que le gustaría escribir algo para ellos. Lo que parecía una propuesta informal se convirtió en algo formal cuando ellos se comprometieron a estrenarla y Mezquida se puso «manos a la obra», nunca mejor dicho, «y a imaginarme cómo era la música que quería hacer» y que no solo bebiera del mundo jazzístico que conoce y ama, sino también de lo sinfónico, del postromanticismo.

Nota a nota fue construyendo un edificio musical que se empezaba a asemejar mucho a algo que Mezquida conocía bien: «Sentí que no quería que tuviera interrupciones», parecía algo hecho piedra a piedra, como una estructura megalítica. Era, en esencia, un talaiot y, en especial, «mi experiencia con ellos que es de un viaje de muchas sensaciones ininterrumpidas».

Con la ayuda inestimable de su amigo Francesc Llompart, Mezquida trabajó para llevar a un lenguaje sinfónico «que fuera tocable, disfrutable y exigente». Además, Mezquida destaca de la Simfònica su «profesionalidad, potencia y reputación».

Llompart ha sido, pues, «el brazo derecho para llevar a cabo una partitura que se sostiene muy bien», un binomio perfecto, y que ahora recibe una Simfònica dirigida por el maestro Pablo Mielgo con quienes está montando lo que Mezquida describe como «una película».

La pieza de Mezquida irá precedida por la suite Appalachian Spring, de Aaron Copland, que servirá para que el viaje de Mezquida, la Simfònica y el público sea del todo «precioso» y como inmejorable telón de fondo para este «sueño hecho realidad, este reto superado» que abre la posibilidad de que lleguen otros.