El cuento tiene menor tradición dentro de la literatura española. ¿Cómo es publicar en ese género?
— Era exactamente así hace unos años, cuando comencé. Eso no quiere decir que en España no tengamos cuentistas buenísimos, pero lo cierto es que cuando intenté publicar mi primer libro ninguna editorial estaba dispuesta por ser de cuentos. Tuve la suerte de que una editora, Beatriz de Moura, creyó en mí. En la actualidad la situación ha cambiado e incluso hay editoriales que solo publican cuentos. No creo que el cuento sea el hermano pobre de la novela.
¿Es diferente el lector de cuentos y el de novela?
— Tengo comprobado que los lectores de cuentos viajan desde las primeras líneas, les propongo un viaje al que se apuntan. El cuento tiene que dar las cosas sugeridas, no machacadas. No se debe tener reparo en volver a las primeras páginas y releer. Todo está medido; cada cosa que se dice importa. Por poner un ejemplo, los errores en la novela son tolerados. Como máximo estropearán un capítulo, pero en un cuento es diferente. Un mal párrafo puede fastidiarlo todo, ya que lo que se busca es la intensidad.
También cultivó un género especialmente ajeno a la tradición castellana; la Nouvelle
— El columpio se publicó como una nouvelle, algo que está a medio camino entre un relato y una novela. Nació como un cuento y se extendió de forma natural, pese a que la palabra Nouvelle no me gustó nunca; se corre el riesgo de que se entienda cómo una novela frustrada. La extension de la obra es la que me exigió la trama y, cuando la terminé, me di cuenta de que no se podía publicar junto a otros cuentos, ya que por su fuerza se comería a cualquier otro relato. Por eso lo saqué de forma independiente.
Pertenece a una generación, la de la Barcelona de los 70, que fue muy activa en lo cultural, con nombres como Esther Tusquets o Ana María Moix.
— Era una ciudad que hervía de ganas a hacer cosas, y no solo en lo literario, a todos los niveles. Por la razón que fuese se apagó un poco. No hay ahora ese fervor cultural. Escribí un artículo sobre Beatriz de Moura y sus comienzos y recordé a la editorial Tusquets, lo rompedora que fue. Mucha gente copió sus ediciones, sus tapas plateadas y doradas.
Recibió importantes premios, pese a que en una entrevista reciente recordaba que durante sus primeros 20 años no le otorgaron ninguno
— Es cierto. En los últimos tiempos he sido reconocida, y sí, está estupendo. Se han acumulado reconocimientos, como el Doctorado Honoris causa de la Universidad de Alcalá de Henares, que no esperaba. Alguien podría pensar que soy una escritora mimada por los premios pero no señor, no es así. No quiero que los reconocimientos opaquen mis primeros 20 años, en los que fui una escritora invisible. Tenía cierto prestigio crítico y gente a la que le gustaba lo que hacía, pero nadie pensó por aquel entonces en darme un premio.
Usó el pseudónimo de Fernanda Kubbs, ¿cuál fue el motivo?
— Debido al fallecimiento de mi marido me quedé sin estímulos. No podía leer ni escribir y, de repente, me di cuenta de que quería escribir otras cosas. Por eso usé ese pseudónimo, para dar a entender al lector que era otro tipo de historia, y me fue muy bien escribir en ese registro. Siendo Fernanda Kubbs pude olvidarme de aquellas cosas que me agobiaban. A partir de ahí pude escribir con mi verdadero nombre una novela como La habitación de Nona, que se puede decir que fue escrita gracias a la libertad que me dio Fernanda.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.