Gómez Molina realizó la acción dando voz, mediante el recitado de sus textos, a una propuesta poético-ensayística. Recorrió, a través de sus poemas, las piezas de la colección de esculturas. El punto de partida fue la idea de la piedra y cómo se relaciona con la tecnología y lo digital. «Para mí es un salmo hacía las piezas que forman parte de Coster, es un homenaje a esto. Le pongo voz a lo que despiertan en mí», señala Gómez Molina.
El proceso de elaboración de los textos, según la autora, fue en diferido. Se basó en fotografías de las piezas, entre las que hay obras de Susana Solano o Eva Lootz. Gómez Molina actualmente reside en la ciudad alemana de Basel, donde prepara su tesis doctoral en práctica artística bajo la dirección de la comisaria de arte Chus Martínez, y por tanto no pudo verlas in situ. «Me enviaron las imágenes de las obras y me fijé en los diferentes materiales, en el diálogo que establecen las esculturas con el espacio.
A partir de ahí, creé una serie de poemas que actúan como cantos y que se complementan con otros producidos». Pese a que ya tenía una serie de textos concluidos cuando llegó a la Isla, aclara que el proceso de elaboración fue un trabajo vivo y que hasta el último minuto estuvo cambiando cosas y perfilando textos. «Hay versos que pasaron de un poema a otro», confiesa.
Gómez Molina se enmarca en una generación de autoras como Irene Solá o Alicia Kopf, que trabajan de forma conjunta la creación plástica y artística con la literaria. «Quien abrió la puerta a esta forma de literatura expandida fue, entre otros, Agustín Fernández Mallo. Citaría, por ejemplo, su poemario Carne de píxel, pese a que toda su obra es un referente», señala la autora, que reconoce que crea a partir de iconografías literarias o visuales. «El arte que me gusta es el que se basa en la analogía y en la relación de conceptos haciendo uso del lenguaje poético y del expresivo», cuenta.
La poeta está planteando con el artista Amador Magraner realizar una pieza escultórica a partir de los textos que recitó. «Amador y yo exploramos juntos producir una escultura de piedra o hierro. No siempre se tiene la posibilidad de trabajar esos materiales, por cuestiones de presupuesto o de espacio. Estamos pensando en grabar o horadar las piezas para que se proyecten los textos. De esta manera, mi trabajo quedaría en Coster», avanza la creadora.
Cabe destacar que, además de su obra plástica, la poesía de Mayte Gómez Molina recibió importantes premios, como el Miguel Hernández de poesía que otorga el Ministerio de Cultura. El libro premiado fue Los trabajos sin Hércules, que anteriormente había obtenido el premio València Nova, que publica la editorial Hiperión. Su último libro es Círculo cerrado de vigilancia, publicado por Cielo Santo, y que la autora presentó en Palma el viernes, en la librería La Salina.
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