En primer lugar está el imposible precio de la vivienda en las Islas. Urge una decidida actuación de las autoridades públicas en la inspección y control de la oferta turística de pisos en edificios residenciales. La complacencia de la autoridad con el incumplimiento continuado de la normativa vigente distorsiona el mercado de alquiler, produciendo precios imposibles de asumir por la sociedad pitiusa. Hemos leído la aceptación del fracaso del plan de compra de pisos por el Consell Insular de Eivissa. Es el momento de aprovechar ese presupuesto para mejorar la labor inspectora y de control. Se conseguirá poner más oferta en el mercado de alquiler con menos inversión de dinero público.
Otro nubarrón para nuestro mercado turístico está en el Impuesto Turístico. No recuerdo ningún impuesto que doblara de un año para otro la tarifa que se paga. Si se hubiera doblado el IVA, o los impuestos municipales, o la tarifa del agua, la protesta popular y social llegaría a Sebastopol. Sin embargo, el turista no tiene quién le defienda, y desde el Govern balear se le conceptúa como una fuente de ingresos a la que se puede asaltar el bolsillo, sin incurrir en costes políticos por ello. Es un desconsuelo pensar cómo se aprovecha la clase política de los electoralmente desvalidos. El mercado turístico nos preguntará qué hemos hecho con la recaudación, y la respuesta no está clara. Máxime si donde se recauda no se invierte.
Finalmente, la conocida masificación turística, producida por la oferta incontrolada de pisos turísticos y los cambios producidos en la forma de viajar. Sobre lo primero ya hemos hablado. Hoy día el mismo número de clientes produce mucho más movimiento que antes. Esto se traduce en más coches, más tráfico, y por tanto más congestión. Por ello es necesario crear soluciones para esta ocupación de los espacios públicos, que no son fáciles ni inmediatas. Es todo un reto implementar medidas eficaces para la movilidad, y sin embargo es una de las cuestiones relevantes para nuestro futuro.