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Es muy conocido entre la psicología amateur (o “de Google”) el término “síndrome de Peter Pan” que define a las personas que no quieren asumir que tienen que madurar. No aceptan las obligaciones de la edad adulta y no se desarrollan correctamente como parejas, padres, madres, etc.

No sé si sigues de vacaciones o si corres como pollo sin cabeza porque estás en plena temporada alta. Te diré que, en mi caso, he aprovechado las vacaciones para leer sobre temas de mi interés y que tenía aparcados. Uno de ellos ha sido sobre el crecimiento de las empresas o, más bien, la ausencia de crecimiento. Creo que son muy interesantes las aportaciones de Raimon Samsó en su conocido libro El código del dinero que, a modo de “checklist”, nos da en el capítulo 30. Toda una prueba de que el crecimiento de algunas empresas es su talón de Aquiles. Te recomiendo la lectura del libro y, aunque odio al autor desde que lo he leído, da algunas pistas sobre por dónde pueden ir los errores más habituales.

Y es que si, de entrada, la empresa tiene tu nombre y la mayoría de los clientes necesitan tu atención personal, no empezamos bien. Si a esto le sumas que tus empleados te requieren para todo, el día no tendrá suficientes horas para que puedas ganar dinero.
Por otro lado, si ves que los ingresos dejan de llegar si tú te paras, mal asunto. Pero podría se peor si ves que el mejor, la persona de más talento de tu empresa, eres tú mismo. Eso quiere decir que no te estás rodeando de los mejores colaboradores (en plantilla o subcontratados). ¿Tú mismo eres tu propio ayudante porque no confías en tu gente? ¿O porque nadie lo hace como tú? Ahí tienes otro problema. Si te gusta más la parte técnica (hacer “cosas”) que la de gestor (resolver “problemas” y aportar “soluciones”) tu negocio no avanzará.

Por último, dos cuestiones más. La primera, y muy importante, es la de tomar conciencia de cuánto valdría tu propio negocio si lo tuvieras que vender (sin tu participación personal). Si la respuesta es “nada”, pues tienes un problema.

La respuesta a estas cuestiones se resume en que tenemos que dejar de ser meros aficionados –aprendices de todo y maestros de nada– porque en un mercado tan complicado, la diferenciación es lo que explica la distancia que hay entre la mediocridad y la relevancia… entre padecer el síndrome de Peter Pan o conseguir el éxito empresarial.