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Denominada en principio por los invasores «operación militar especial». Gracias a la superioridad aplastante de las fuerzas rusas, la esperada intervención relámpago de los ejércitos de Moscú, pondría de rodillas a Ucrania. La capital tomada en uno o dos días, el gobierno decapitado y las tropas integradas con el gran hermano ruso. Se vería a las multitudes acogiendo con los brazos abiertos a los liberadores. Putin reiteraría su éxito de 2014, cuando tomó Crimea, sin combatir.

A principios de marzo, bastantes días después de la noche del pasado jueves 24 de febrero no se ha conseguido la conquista perseguida; una cosa aparece como cierta, cualquiera que sea el veredicto de las armas, el mundo ha cambiado radicalmente. El golpe de fuerza de Putin para alterar los fundamentos de Occidente ha violado el principio de intangibilidad de las fronteras y las reglas de derecho que regulan las relaciones internacionales desde 1945 reforzando una toma de conciencia y una movilización inéditas sobre las que una nueva Europa, más fiel a sus propios valores genera nuevas alianzas y cambios. Apenas hace una semana, Italia exigía una excepción a las sanciones comerciales para continuar exportando sus apreciados productos de lujo a los oligarcas. Alemania se resistía a renunciar al gaseoducto Nord Stream 2 y a las importaciones de gas y petróleo rusos. En pocos días la atmósfera cambió radicalmente. La violencia del ataque ruso y la impresionante resistencia del pueblo ucraniano desencadenó un amplio movimiento, inesperado por su amplitud: superar los desacuerdos y montar con urgencia una respuesta coordinada de sanciones económicas sin precedentes. La unión europea comprará material militar, aviones de caza que entregará a Kiev. La decisión de excluir a los bancos rusos de la plataforma bancaria Swift- que significa prohibirles todo intercambio comercial- y el «arma nuclear» de la congelación de activos se realizó sin demasiadas dificultades. La misma Suiza dio la espalda a su neutralidad y va a congelar los activos de Putin y sus amigos.

Sin embargo, lo más sorprendente ha sido el cambio radical de Alemania, cuya doctrina diplomática después del fin del nacismo era el rechazo de toda militarización exterior. Ha prometido enviar armas a Ucrania al acordar un rearme masivo, después de siete décadas de pacifismo confinado al inmovilismo. Delante del Bundestag, el canciller Olaf Scholz declaró: Putin quiere establecer un imperio ruso y nosotros debemos invertir mucho más en la seguridad de nuestro país para defender nuestra libertad y nuestra democracia. La misma China, después de haber dicho que comprendía las legítimas inquietudes de los rusos, se abstuvo en la votación del consejo de seguridad. También la India, aliada de siempre y dependiente de Rusia en un 60% de su armamento, se abstuvo en la misma votación. En consecuencia se ha consagrada una unión, totalmente inédita en el seno del mundo occidental, cuya unidad política tanto en el seno de la Unión Europea como en la OTAN no tiene precedente desde la guerra fría y en parte también es debido al temor suscitado por la voluntad de Putin de rediseñar la arquitectura de la seguridad europea.

¿Bastará el vigor de la réplica para hacer retroceder al Kremlin? La victoria de Putin, descontada, no ha tenido lugar. «En otras guerras comparables, las tropas americanas necesitaron 15 días para avanzar de la frontera iraquí a los suburbios de Bagdad en 2002 y, 32 días a los soldados alemanes para tomar París en 1940. Putin hasta ahora no ha logrado derrocar el régimen ucraniano y sí, cometer enormes crímenes de guerra.