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Toda la presión y todas las miradas estaban en las comunidades donde el PP y Vox se necesitan para gobernar con la casi segura evidencia de que habría un pacto entre ambos partidos para llegar a las elecciones del 23 de julio con los deberes hechos, que es como lo ven ambos partidos. La izquierda considera inconcebible que PP y Vox puedan pactar y negociar puntos de un programa de extrema derecha, pero es que la derecha consideraría inconcebible no hacerlo.

La olla ha reventado en Valencia, donde el anuncio del ‘pacto a la naranja' ha sacado, con un fuerte silbido, toda la presión que había sobre estos acuerdos. Liberados de la tensión y de la atención, que se ha desplazado a Valencia –una comunidad de mucho peso político, no como ese pequeño archipiélago del Mediterráneo– PP y Vox lo tienen ahora más fácil para negociar en Baleares.

El pacto da aire a las posibles negociaciones, que deben abrirse hoy si no hay un nuevo contratiempo, pero a la vez mete una tensión añadida al equipo de Marga Prohens. La correlación de fuerzas entre ambos partidos es parecida en las dos comunidades lo que hace prever que los de Jorge Campos se miren en el espejo de la Comunitat Valenciana y traten de conseguir lo mismo: la Presidència del Parlament y presencia en el Govern con varias consellerías.

Sobre acuerdos programáticos, el ridículo pacto firmado en Valencia puede trasladarse a cualquier comunidad autónoma, incluso las gobernadas por Podemos si las hubiera. El pacto valenciano libera y tensa al PP al mismo tiempo, pero los ‘populares' de las Islas intentarán hacer uso de la baza que les queda, que es ese diputado de más que llegó de Formentera: las basta con una abstención de Vox y eso marca la diferencia. Valencia ha caído del lado de Vox y Santiago Abascal se puede apuntar una victoria. Está por ver si le bastará o ahora luchará por la caída de Balears.