Tras la incursión militar israelí en la ciudad autónoma palestina
de Jenín, en Cisjordania, llevada a cabo en la madrugada de ayer,
Oriente Medio está pendiente de cuál será el próximo paso en la
espiral de violencia que asola la zona. La incursión comenzó poco
después de la medianoche de anteayer, cuando tropas israelíes con
tanques y carros blindados entraron en Jenín, donde bombardearon y
destruyeron el cuartel general de la Policía palestina y una
comisaría de la ciudad, acciones en las que dos oficiales
resultaron heridos.
El Ejército de Israel entró en Jenín al alegar que de esa ciudad
salieron los integristas palestinos que cometieron al menos los dos
últimos atentados suicidas en Jerusalén y en la ciudad israelí de
Kiriat Motzkin, los pasados días 9 y 12, respectivamente, en el
primero de los cuales murieron otras quince personas. Esa espiral
de violencia, ataques y represalias dura ya más de diez meses, en
el curso de los cuales murieron más de 600 palestinos y de 150
israelíes, tanto civiles como militares.
Por otra parte el primer ministro israelí, Ariel Sharon, afirmó
ayer que «si continúa la violencia los palestinos volverán a pagar
un precio político como el del cierre de la Casa de Oriente».
Sharon participó en una convención de policías horas después de que
militantes palestinos dispararan contra el barrio-asentamiento
judío de Guiló, en Jerusalén Este, desde la vecina localidad de Bet
Yala, próxima a la ciudad cisjordana autónoma de Belén. «Llegaremos
al día en que Guiló ya no esté bajo fuego», prometió Sharon en la
convención.
Por otra parte, los palestinos atribuyeron la retirada de las
tropas israelíes que en la madrugada de ayer destruyeron el cuartel
de la policía en Jenín a la resistencia popular (Intifada) contra
los tanques y los carros blindados.
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