Miles de ciudadanos se manifestaron ayer en la capital de
Afganistán, Kabul, y quemaron la sede de la Embajada de EE UU.
«Muerte a Bush», «Muerte a EE UU», gritaban los manifestantes,
conscientes de que su país podría ser objeto de un ataque si no
entrega a Osama Bin Laden. A los gritos de «Apoyaremos el Islam y a
Bin Laden», los manifestantes marcharon hasta el edificio de la
Embajada de EE UU en la capital, abandonado desde 1989, año en el
que también salieron de Afganistán las tropas soviéticas.
Al llegar a la sede diplomática, los manifestantes, algunos
armados con palos, saltaron la pared que rodea la embajada,
entraron en el recinto y, tras apedrear el edificio, lo saquearon y
arrancaron una placa del escudo estadounidense mientras incendiaban
varios vehículos. El fuego se propagó pronto a varios de los
edificios del recinto consular en los que al parecer tampoco se
hallaban los empleados afganos encargados del mantenimiento de la
embajada.
Por su parte, el jefe supremo de los talibán, el mulá Mohamed
Omar, exhortó ayer a los afganos que han huido del país por miedo a
las represalias a que vuelvan a sus hogares, y afirmó que «la
posibilidad de un ataque estadounidense ha disminuido».
«Aparentemente, si Estados Unidos ataca Afganistán, los civiles no
serán el objetivo», afirmó Omar en su comunicado. En estas
condiciones, «cada desplazado tiene que volver a casa y empezar una
vida normal. No tienen por qué preocuparse», añadió el mulá
Omar.
Cientos de miles de afganos han abandonado sus casas y se
dirigen al interior del país o a países vecinos. La ONU estimó ayer
que actualmente hay 1'1 millón de desplazados en el interior de
Afganistán y que esta cifra podría elevarse a 2'2 millones de aquí
a marzo. El comunicado de Omar tiene lugar tras una serie de
comentarios de líderes estadounidenses que afirmaron que no iba a
haber ataques masivos contra Afganistán o una invasión.
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