La petición del primer ministro cayó en buena medida en saco roto,
porque las formaciones más radicales del arco parlamentario y el
principal sindicato del país, el izquierdista Cgil, se apresuraron
a pedir el regreso inmediato de las tropas.
La noticia la recibió con hondo pesar el presidente de la
República, Carlo Azeglio Ciampi, que rindió homenaje a las víctimas
y envió un mensaje de consuelo a sus familiares y otro de sosiego
al pueblo italiano, antes de partir hacia Estados Unidos. Ese mismo
mensaje de condolencia lo hizo suyo el primer ministro italiano,
Silvio Berlusconi, quien dejó claro desde el principio que los
2.400 soldados italianos desplegados en el sur de Irak seguirán en
sus puestos.
«Ninguna intimidación debe movernos de la voluntad de ayudar (a
Irak) a resurgir y a construirse su autogobierno, su seguridad y su
libertad», afirmó Berlusconi en una declaración institucional.
«Sentimos -dijo- un dolor profundo por las vidas destruidas por el
terrorismo durante una expedición humanitaria y de libertad en
socorro del pueblo iraquí y en defensa de la estabilidad y la
seguridad en Oriente Medio».
Más tarde, en el Senado y en la Cámara de Diputados, Berlusconi
declaró que el sangriento atentado era previsible: «Era inevitable»
que después de los ataques contra la ONU, la Cruz Roja y las
Embajadas, fueran golpeados los soldados italianos, amados y
respetados en Irak y en el mundo». Defendió la permanencia de las
tropas italianas en Irak como un gesto de «lealtad con nuestros
aliados», al tiempo que pidió a la oposición que renunciara a la
polémica en un momento tan doloroso para Italia.
Tanto los Verdes, como el Partido de los Comunistas Italianos,
Refundación Comunista y el ala más «extremista» de los Demócratas
de Izquierda (DS) exigieron el retorno de los soldados y anunciaron
movilizaciones en la calle. El sector más moderado y mayoritario de
la oposición, el grueso de los DS y los centristas de la Margarita,
prefirieron aplazar la batalla contra el despliegue de tropas en
Irak, al que se opusieron en su día en el Parlamento por no contar
con el amparo de la ONU.
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