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ALBERTO MASEGOSA-NUEVA YORK
Anoche no existía consenso sobre la reforma que deben avalar jefes de Estado y de Gobierno venidos de los cinco continentes y cuyos intereses seguían sin conciliar sus representantes en el organismo tras cinco días de dura negociación. La falta de acuerdo obligó el lunes al secretario general de la ONU, Kofi Annan, a aplazar la rueda de prensa en que se esperaba el anuncio del texto de reforma, que se confía pueda finalmente aprobarse antes de que termine la jornada del martes.

Estados Unidos proseguía su pulso particular para someter a la secretaria general de Naciones Unidas a mecanismos de control tras el escándalo provocado por el programa «Petróleo por alimentos», que se aplicó en Irak en la década de 1990 y que ha derivado en casos de corrupción. «Continuamos presionando para lograr importantes reformas en la gestión de la ONU» advertía el embajador de EEUU ante la organización, John Bolton, frente a la postura de la Secretaría General, que pretende mayor poder para atajar la corrupción. Una propuesta británica de suprimir la diferencia entre terrorismo y lucha por la liberación de los pueblos causó la ira del representante palestino, Somaia Barghouti, que aseguraba que su delegación «nunca aceptará eso». Portavoces chinos rechazaban la acusaciones de delegados estadounidenses que afirmaron que Pekín intenta bloquear la reforma de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) del organismo.

En el documento, que muchos temen que sólo contenga mínimos y no suponga a corto plazo un cambio sustantivo en la organización mundial, se han eliminado aspectos cruciales pero hasta última hora continuaba inmerso en la controversia. Los países industrializados y las naciones en vías de desarrollo mantenían grandes divergencias sobre aspectos como la seguridad (terrorismo), los derechos humanos y el combate contra la pobreza extrema.

Mientras, los Reyes de España y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, llegaban anoche a Nueva York. Don Juan Carlos y Doña Sofía debían acudir, nada más llegar a Nueva York, a la recepción que el presidente del Estados Unidos, George Bush, ofrecía a los asistentes a la Asamblea del Milenio de Naciones Unidas, entre ellos el jefe del Ejecutivo.