Cuando no había pasado ni un año de su dimisión como ministro del
Interior, David Blunkett renunció ayer como titular de Trabajo y
Pensiones, todo un revés para el jefe del Gobierno británico, Tony
Blair, quien perdió a uno de sus más fieles aliados.
Los acontecimientos se precipitaron ayer por la mañana, cuando
Blunkett acudió dos veces al 10 de Downing Street, residencia
oficial del primer ministro, para hablar con Blair, tras cancelar
una comparecencia que tenía prevista ante una comisión
parlamentaria.
Blunkett tiró finalmente la toalla tras una campaña de acoso y
derribo alentada por la oposición conservadora, que le acusó de
incumplir el llamado Código de Conducta Ministerial al aceptar un
puesto empresarial sin cumplir con ese reglamento.
«Siento enormemente las dificultades que le he causado al primer
ministro», afirmó el dimisionario, visiblemente apesadumbrado en
una declaración hecha ante los periodistas, al aducir que decidió
dimitir para «proteger al Gobierno».
El responsable ministerial presentó su renuncia después de
comentarle a su gran amigo y jefe del Gobierno que «había
reflexionado» y había concluido que su posición resultaba
«insostenible», dijo un portavoz de Downing Street.
El primer ministro, precisó la misma fuente, volvió a ofrecerle
a Blunkett su «apoyo total» y sólo aceptó la dimisión «a
regañadientes», extremo confirmado después ante la prensa por el
dimisionario: «Tony -dijo el ministro- me pidió que me
quedara».
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