Hillary Clinton y Barack Obama buscaban ayer asegurarse la victoria en Indiana y Carolina del Norte, donde necesitan dar un golpe de efecto que se traduzca no sólo en un triunfo sino, más bien, en «superdelegados». Los votantes de Carolina del Norte e Indiana acudían ayer en masa a las urnas en las dos últimas grandes primarias demócratas, con 187 delegados en juego y más tensión que nunca.
Las seis elecciones restantes enviarán sólo 217 delegados a la convención del partido en agosto y en la mayoría, con la excepción de Oregón, hay ya un claro favorito.
De ahí que tanto Obama como Clinton hayan perseguido asegurarse el triunfo en estas primarias que, una vez más, son «cruciales».
Hay consenso en que la victoria de Clinton en los dos estados, improbable a juzgar por las últimas encuestas, plantearía serias dudas sobre la viabilidad presidencial de Obama, dañado por las polémicas declaraciones de su ex reverendo y su incapacidad para atraer a cierto grupo de votantes como la clase trabajadora. Por el contrario, una doble derrota de la senadora por Nueva York obligaría casi con toda seguridad a plegar velas a la potente maquinaria política de Clinton.
Pero para desesperación de los que ansían ver el rótulo de «fin» en esta inacabable pelea, puede que cada uno de los dos rivales se lleve un trofeo a casa, lo que prolongaría la batalla hasta, por lo menos, el término de las primarias en junio.
A falta de sorpresas de último minuto, los sondeos adelantan que Obama partía como claro favorito en Carolina del Norte. RealClearPolitics, un sitio web que realiza una media de diferentes encuestas, muestra que Obama tiene una ventaja de ocho puntos porcentuales.
Las características demográficas del estado, que tiene un gran porcentaje de población negra y una cifra considerable de blancos acomodados que trabajan en el sector de alta tecnología en el triángulo de Raleigh-Durham-Chapel Hill juegan a favor de Obama.
Indiana, sin embargo, es harina de otro costal. El estado, en pleno corazón de EEUU, es más blanco, menos educado y más pobre que la media del país, características que han beneficiado a Clinton en otros estados como Ohio o Pensilvania.
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