TW
0

En la Semana Santa de Sineu la devoción cristiana se da la mano con otras costumbres más terrenales y mucho menos espirituales, como la gastronomía típica. La procesión del Viernes Santo, que es la de mayor renombre, sirve como reclamo para una velada en la que los cellers del pueblo hacen el agosto. Catar un buen plato de frito pasadas las doce de la noche y con la Cuaresma cerrada parece que produce un placer especial.

El pasado viernes la procesión empezó puntual partiendo de la iglesia del convento. Las obras de la parroquia hicieron que un año más este templo no se pudiese emplear. El éxito del nuevo recorrido motiva que el párroco se plantee seguir utilizando el convento para iniciar la procesión cuando estén finalizadas las obras de la iglesia. Desde la iglesia del convento partieron el viernes las 18 cofradías del pueblo con sus correspondientes pasos, algunos de ellos auténticas reliquias históricas. El recorrido duró aproximadamente dos horas.

Al son de los tambores y el clamor del público que había en las aceras desfilaron las distintas cofradías. Uno de los momentos más esperados fue el paso por la plaza de la iglesia, donde se reunían cientos de personas entre vecinos y visitantes y, sobre todo, muchísimos extranjeros, que contemplan la Semana Santa como un atractivo turístico más. Al paso por la parroquia se sumó la comitiva de autoridades después de la cofradía de la Vera-Creu, la más antigua, que tiene el honor de cerrar la procesión.

Mientras las cofradías desfilaban por las calles los cellers registraban una actividad desmesurada. Entre los asiduos a la fiesta se encontraba el vicepresidente del Govern balear, Pere Sampol, que cumple anualmente con el ritual del frito, eso sí, siempre pasadas las doce de la noche, por ser políticamente correcto. Los restaurantes, no obstante, están llenos horas antes. Algunos mantienen la carta habitual pero otros preparan platos especiales con pescado para evitar a los más golosos y hambrientos la tentación de saltarse las restricciones de la Cuaresma. De lo que no cabe duda es de que el final de la Semana Santa marca el comienzo de la fiesta gastronómica de un pueblo que es centro de atención para la gente de buen comer. Acabada la cuaresma hay vía libre para llenar el estómago.