Desde hace unos dos meses la mayoría de compañías que cotizan en
las principales Bolsas norteamericanas van a la baja, mientras que
aquéllas vinculadas de una u otra forma con la producción de
armamento, experimentan importantes subidas. La guerra ha disparado
el crecimiento de una industria armamentista que llevaba unos años
de capa caída. Tras los años de Reagan, en los que el gasto en
defensa llegó al 6'4% del Producto Interior Bruto, durante los 90
ese gasto cayó un tercio, viéndose algunas compañías forzadas a
fusiones un tanto artificiosas. Pero los sucesos del pasado 11 de
septiembre están revitalizando la «industria de la guerra».
Un supercontrato como el del nuevo avión de caza, cifrado en
37'2 billones, es algo susceptible de servir de bálsamo que palia
los efectos de la crisis. Pese a todo, todavía es pronto para
calcular las consecuencias que traerá en lo económico el conflicto
iniciado. Podemos recurrir a los precedentes más próximos y pensar
en 1991, cuando USA entró en campaña tras la invasión de Kuwait por
parte de Irak; entonces, subieron extraordinariamente las
cotizaciones de las compañías relacionadas con la defensa y también
el mercado en general, por más que se tratara de una guerra de
corta duración.
Lo mismo sucedió al comienzo de la crisis de Kosovo "las
acciones de estas compañías subieron entre un 5 y un 10%" aunque la
alegría duró poco, ya que al comprobarse lo limitado de la
implicación de Estados Unidos en el conflicto, los títulos
volvieron a caer. Ahora, las reiteradas alusiones de Bush a una
guerra larga están «animando» el cotarro. Cuando el dinero anda de
por medio, los americanos ni siquiera se toman la molestia de
disimular, o recurrir a la hipocresía. La guerra les está ayudando
a parar el impacto de una recesión que ya estaba en puertas. Y eso,
en definitiva, es lo que cuenta.
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