Las clases instrumentales son normalmente individuales.

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Son pequeñas promesas, tanto por su tamaño como por su temprana edad. Desde su nacimiento han sentido en su interior la llamada de la música. Tienen un don, su buen oído, y una ilusión, llegar a lo más alto. Los alumnos más jóvenes del Conservatori se aplican día a día para conseguir evolucionar a pasos agigantados en este mágico, pero difícil, mundo musical. Al contrario de muchos niños, ellos no acaban sus horas lectivas una vez finalizada la jornada escolar, sino que, después de comer, retoman las clases, pero en este caso de música. «Estos pequeños tienen una doble carga lectiva, pero para ellos no supone un esfuerzo, ya que de ello reciben muchas gratificaciones», explica Raquel Gómez, jefa de estudios.

El grado elemental acoge a un total de 933 niños, de entre 8 y 11 años, que han accedido a él a partir de una sencilla prueba, no de conocimientos, sino de actitudes y aptitudes musicales, donde se pone especial atención a la entonación, el reconocimiento instrumental y el buen oído. Cuatro son los cursos que componen este grado primario. Los dos primeros imparten, en distintos niveles, lenguaje musical, clase especial con el instrumento que haya elegido el alumno, y aulas colectivas para que los niños tengan contacto entre ellos. En tercero y cuarto, las asignaturas son las mismas, pero con una hora y media semanal de coro. Después de estos cuatro cursos, el niño deberá realizar una prueba de acceso para pasar al grado medio.

El perfil del alumnado engloba a pequeños con verdadera vocación musical y con un elevado sentido de la disciplina y el respeto.