Una de las salas de UCI, dotadas de camas supersofisticadas, prácticas y funcionales.

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En turnos de mañana y tarde, quienes se acercaron a Son Llàtzer "unas mil personas" pudieron ver cómo es por dentro el nuevo hospital de Mallorca mediante una visita guiada que se inicia en la alargada entrada, a la que se accede por la denominada fachada de Palma. A través de unas escaleras mecánicas se asciende a la zona de las visitas externas. Una sala de espera alargada, con asientos alineados en su centro, y a ambos lados algunas de las salas de consultas, que entrarán en funcionamiento en marzo. La guía señala que el centro cuenta con 53 consultas externas y que el mobiliario elegido es de una gama media-alta en cuanto a resistencia y funcionalidad. A medida que recorremos pasillos "uno de ellos de 150 metros, el que separa la zona clínica de la hospitalaria" y salas, nos llama la atención la luminosidad. Luz natural que entra a través de ventanas y claraboyas.

La guía, que conoce muy bien el nuevo centro médico, nos lleva sin titubeos por sus intrincados caminos hasta las zonas de UCI y quirófanos en la tercera planta, señalando que debajo de los cuidados intensivos están los paritorios. Por cierto, uno de los tres primeros pacientes de Son Llàtzer fue una señora que llegó pensando que iba a romper aguas, cosa que no sucedió, por lo que regresó a casa (los otros dos han sido uno señor que llegó con un dedo hinchado y una chica que pidió que le hicieran un test de maternidad). Las paredes de la UCI son de color verde, por lo relajante que es el color. En cada uno de sus boxes hay una cama, «pero llegado el caso se pueden instalar dos». Hay una serie de salas acristaladas «para enfermos infecciosos».

Llegamos a uno de los 12 quirófanos de los que cuenta Son Llàtzer. Observamos que, en todos los aspectos, es de lo más funcional, sobre todo en lo que a mesa de operaciones se refiere. Para que no haya problemas en caso de corte eléctrico, cada quirófano cuenta con un grupo electrógeno de 3 horas de autonomía.