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PEDRO PRIETO y JOAN TORRES. Enviados especiales a Ceuta Siguiendo los consejos de Hammadi nos acercamos hasta el puesto fronterizo de El Tarajal, sito en la misma ciudad de Ceuta, a pies del barrio Príncipe Alfonso, uno de los más marginales, ocupado en su 90 por cien por españoles musulmanes. Nos trasladamos en taxi, que en unos minutos nos deja en las puertas de Marruecos.

Por si acaso, a través de su jefe de prensa, hemos pedido permiso a la Delegación de Gobierno a fin de movernos en aquel lugar sin problemas, quien, a su vez, nos recomienda que nos identifiquemos ante el inspector de la Policía Nacional, cosa que hacemos antes de entrar en acción, que por lo que vemos, allí hay mucha.

La multitud ocupa la carretera de paso. Unos yendo, y otros viniendo. ¿Cuánta gente -calculamos mentalmente- puede cruzar aquel paso fronterizo a lo largo de un día? Según el guardia civil al que preguntamos, unos 25.000. Tal vez más. «Ayer pasaron, exactamente, 48.000 -nos dice el policía nacional-. Claro que ahí están contabilizados los de la OPE (Operación Paso del Estrecho), marroquíes que han terminado sus vacaciones y regresan a casa, en Centroeuropa.

Hay que ver el espectáculo. Aquello es un reguero constante de gente. Hombres, mujeres, ancianos, ancianas, jóvenes, maduros, en grupo, en solitario, algunos con chilaba hasta los pies, otras con sobrero de paja típico del norte de Marruecos, cargados hasta los topes los que entran, incluso los ancianos que apenas pueden tirar del fardo; de vacío los que salen. Así todo el día. Hammadi no ha exagerado en lo más mínimo.

30.000 personas, que son las que pasan a Ceuta a lo largo de un día normal, a nada que cada una gaste mil pesetas de las de antes en sus tiendas comprando, por ejemplo, comida, se dejan en la ciudad 30.000.000 de pesetas. Que realmente son muchísimas más, pues los hay que entran con cajas repletas de electrodomésticos, ordenadores, ropa, gomas para coches, menaje para cocina, neveras, muebles, colchones... ¡Qué se yo! «Esos que ve usted pasar en dirección a Marruecos tan cargados -nos indica un marroquí que apoyado en la pared sorbe algo blancuzco del interior de un tazón de color rojo- son los kamalos.