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Ahí donde le ven, en noviembre hará un año que está en ese lugar. Pura chatarra, ¿saben? Y a cada día que pasa, su estado se degrada más. Lo malo es que como no saben de quién es, ni tampoco el dueño "¿un alemán?" aparece por ninguna parte, no lo pueden mover de donde está.

Aparte del efecto antiestético que supone ese montón de chatarra varado al pequeño embarcadero, que es más bien deplorable, no deja de ser un peligro: los hierros están oxidados, nadie puede asegurar el aguante de su casco "ni de su cubierta" y, para colmo, hay niños en los alrededores que pueden saltar a bordo y... Pues aunque los suponemos aleccionados por sus mayores, la tentación es grande. Porque, a ver, ¿qué chaval no se ha sentido marinero alguna vez? El Govern balear, por si las moscas, se quita responsabilidades. ¿Cómo? Colocando en cubierta un cartel que advierte del peligro si alguien se sube al barco. Pero, aparte de que a lo peor no le hacen caso, ¿qué pasa con la estética?