A Eloísa Martín ya la conocen. Es actriz "a lo largo de este fin de semana la podrán ver en el Teatre Municipal, representando «De mil amores»" y pianista de «Cine de Barrio». Aunque hace 12 años se marchó de Palma "México, donde rodó una película, y Madrid", se sigue considerando una palmesana más, entre otras razones porque, aparte de que suele venir de vez en cuando, sus padres viven en un tercer piso de la plaza de Cort, «donde he vivido hasta que me marché, piso que mi padre compró antes de casarse con mi madre».
Pero, lo que seguramente no sabrán, es que Eloísa se ha lanzado en paracaídas, hace esgrima y practica el esquí acuático, «pues aparte de músico, soy muy deportista». La primera "y única" vez que se lanzó en paracaídas sintió una maravillosa sensación. «Imagínate. Aunque te lanzas con el monitor, que se sitúa a tu espalda, la que salta desde 4.200 metros eres tú. Y cuando sientes que caes libremente durante un largo minuto, o lo que es lo mismo, cuando bajas en caída libre 2.700 metros, eres tú quien sientes, y eso es maravilloso. Y como no ves el suelo cerca, no tienes sensación de peligro, que otra cosa sería que sobrepasaras esos 2.700 metros y el paracaídas no se abriera, aunque sabes que tienes otro, de emergencia, que se abrirá a los 800 metros de tierra».
En esgrima la inició un amigo. «Es un deporte en el que cada segundo que pasa, compites». Nosotros, como lo más a mano que teníamos es el mar, al mar nos la llevamos. Antes la metimos en un traje de neopreno que nos prestó José Manuel Maíz, y a bordo de una de las lanchas de Jets Marivent que puso a nuestra disposición su gerente, Miguel Reinés, le propusimos que nos hiciera una exhibición de esquí acuático, y ella aceptó.
Así que ayer nos la llevamos a Palmanova, donde, ya a bordo de la lancha, observamos que en vez de dos esquíes iba a utilizar sólo uno, como los campeones, y, ya en el mar, tras sujetar la cuerda pidió que pusieran la lancha a 30 nudos. «¿A tanto?», se sorprendió Miguel. «¡A 30 nudos!», insistió ella. Tras dos intentos fallidos, a la tercera se puso vertical sobre el agua, y, ¡hala!, a esquiar. La exhibición no duró más de un cuarto de hora, pero fue suficiente para dejar claro que domina el esquí acuático. «¿Que dónde lo practico? En Madrid, en un pantano».
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