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La visita del presidente de Alemania, Johannes Rau, a Mallorca ha sido un acontecimiento, y no tanto por el nivel político, que lo tiene, sino por su significado. Todos sabemos que entre mallorquines y alemanes se ha establecido desde hace años una relación muy peculiar. La industria turística mantiene con el mercado alemán un altísimo grado de dependencia. Cualquier fluctuación en la economía germana tiene un honda repercusión en la economía balear. Por otra parte, no se puede obviar que a lo largo del año pasado no faltaron comentarios acerca de la presión que sufría la Isla por la masiva presencia de turistas, así como ciertas protestas por la adquisiciones de fincas por parte de residentes elemanes.

Rau, que ya conocía Mallorca como turista, ha querido concluir en la Isla su visita oficial a España. No ha sido un simple recorrrido turístico. El jefe del Estado alemán ha querido darle un sentido institucional. En su parlamento defendió ayer un turismo que respete la identidad cultural mallorquina y el medio ambiente. Sin duda, una notable muestra de la sensibilidad hacia la idiosincrasia de la Isla de la que muchos de sus compatriotas ya hacen gala desde hace años. Frente a quienes pretenden crear guetos alemanes, hay otros que apuestan por la integración y el respeto a nuestras tradiciones.

Tampoco quiso eludir Rau las «sombras» de la relación entre alemanes y mallorquines, ni las consecuencias negativas del turismo de masas, del que hizo una perfecta radiografía. Fue una visión acertada que demuestra que en Alemania hay una nueva forma de entender el turismo. Rau insistió en la necesidad de apostar por la ecología, una preocupación compartida por los ciudadanos alemanes y los de Balears. En definitiva, una visita que hay que valorar muy positivamente y que significa un espaldarazo a la política turística del Govern.