Atenor de cómo fue discurriendo el día de Navidad, Palma ofreció dos caras. A primeras horas sorprendió a los poquísimos viandantes que circulábamos por la zona centro con una plácida soledad rota de tarde en tarde por el ronroneo de una moto o por el pasar de un coche. O cuando caminábamos por Sant Miquel, por el sonido del clarinete que tocaba el hombre apoyado sobre la pared y que tenía ante si apenas a nadie, pero que a él poco le importaba pues seguía tocando como si lo hiciera ante un numeroso auditorio.
El buen tiempo ilumina el día de Navidad
Las suaves temperaturas animaron a muchos a salir a pasear e incluso ir a la playa
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