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Tras la euforia para los ganadores y la necesaria reflexión para los perdedores llega el momento de acometer lo que parecía que nunca iba a llegar: los próximos cuatro años de legislatura, con sus proyectos, programas e ideas. Como consecuencia del vuelco electoral vivido la noche del domingo, hoy el futuro de Balears se presenta de otro color, con otro signo político. Y es ahí donde se plantean también muchas incógnitas. Unas que preguntan el porqué de este cambio y otras que se interrogan acerca del diseño de esa reconstrucción del país de la que hablan los vencedores.

En un momento en el que todavía están pendientes de negociación algunos pactos, parece imponerse la tesis de que el electorado balear se ha mirado al bolsillo a la hora de elegir a sus representantes. La delicada situación económica -motivada, en buena parte, por la crisis internacional- y la actitud que ha tomado el Pacte de Progrés respecto a ella -negando algunas evidencias y enfrentándose al sector hotelero día sí y día también- parecen haber pesado de forma definitiva en una población que vive, mayoritariamente, del negocio turístico. Y especialmente en Eivissa y Formentera, donde el PP ha logrado un triunfo arrollador.

Así que ahora parece lógico que Jaume Matas escenifique cuanto antes un restablecimiento de relaciones con el sector turístico y con el Gobierno central. Y tal vez ahí esté una de sus grandes bazas: el dinero de Madrid, que podrá fluir con comodidad hacia las Islas en aquellos proyectos que la Comunitat sea incapaz de asumir. Queda pues por ver cómo se producen esos pactos, en especial la gobernabilidad del Consell Insular de Mallorca, donde se vislumbra un acuerdo PP-UM, que permitiría a Munar seguir gobernando la Isla a cambio del apoyo de su partido en algunos municipios que le son todavía esquivos al Partido Popular, como es el caso de Calvià.